lunes, octubre 13, 2025
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(OPINIÓN) Ignorancia supina. Por: Jaime Honorio González

Lo de la Comisión de Regulación de Comunicaciones es de una ignorancia supina, y les explico “supina” a sus ilustres seis comisionados: la que se presenta cuando no se hace ningún esfuerzo por superarla. Es que no tienen disculpa porque todos son eminentes.

Hay un economista, una ingeniera, dos abogados y dos comunicadores sociales, uno de ellos también periodista. De cartón, pero periodista, al fin y al cabo. Tienen todos los títulos del mundo, especializaciones, maestrías, MBA y hasta estudios de doctorado. Años y años de biblioteca. Pero, no hay un premio de periodismo ahí. Al menos, media hora de calle.

Tratando de explicar la inexplicable carta, en rueda de prensa, la comisionada Lina María Duque dijo: “Es saber cómo hacen las cosas ustedes para poder compartirla con los otros medios”. “Saber cómo hacen las cosas ustedes”. Increíble. Yo hasta entiendo a la Comisión de pedir información para saber cómo funcionan los medios, porque realmente no tienen ni la más mínima idea.

Apenas entienden que usan el espectro, o que van por ondas, o qué sé yo. Pero, de la información y su manejo, la esencia misma del medio de comunicación, claramente no saben. No saben, por ejemplo, que los consejos de redacción tienen un carácter privado, confidencial, casi íntimo, porque allá editor y periodistas cuentan su modo de ver el mundo, se confían sus secretos, hablan de sus fuentes, discuten entre todos, a veces lloran de felicidad o de tristeza o de miedo, se pelean, se contentan, se cuestionan, se ayudan. Y la Comisión de Regulación de Comunicaciones quiere que los medios les envíen soportes documentales de todo lo anterior.

¡Por Dios, cuánta ignorancia! Supina, no hay otra explicación. Se ve que no han estado en un consejo de redacción, se ve que no han dirigido uno, uno de verdad, con periodistas de verdad, con temas de verdad, con presiones de poderosos de verdad, con reporteros amenazados de verdad, en fin, en una sala de redacción de verdad (como las ha habido y tristemente las sigue habiendo en Colombia, porque las salas de redacción no existen solo en la cómoda y segura Bogotá) y no en una sala de juntas con café a la mesa discutiendo sobre políticas editoriales y acciones preventivas, imparcialidad, objetividad y veracidad, documentos internos vigentes y procesos de decisión editorial, y todo eso que se les ocurrió exigir a los medios a los que regulan, como si estuvieran hablando de la cadena de producción de un frigorífico o del manual de elaboración de las botellas, donde se indica cómo soplar y quedan hechas.

Un consejo de redacción es una especie de borrador de lo que finalmente se publicará, o no se publicará, porque los comisionados de la Comisión de Regulación de Comunicaciones deben saber que el tratamiento de la información tiene pasos, procesos, filtros, circunstancias, modos, motivos, amores, odios, estados de ánimo, presiones debidas, y también indebidas, premuras, tardanzas, extras, y especialmente una perfecta dosis de subjetividad, de acuerdo con el formato que se use, una deliciosa crónica, un profundo reportaje, una escueta noticia; o puede ser una deliciosa noticia, una escueta crónica, un sencillo reportaje, y así, mil posibilidades que se van moldeando mientras se elaboran, no un código general de procedimientos y estándares únicos e inmodificables.

No, eso no. Contra eso hay que luchar. Ya tenemos suficientes problemas con la inteligencia artificial escribiendo noticias. Yo no sé cómo regulan el equilibrio informativo si nunca han tenido al frente a un reportero muerto del susto porque está amenazado. No sé por qué hablan de objetividad si ese término ya ni se usa en los equipos periodísticos ni en los medios ni en las salas de redacción.

Los comisionados, al menos los que regulan a los medios, deberían actualizarse y saber que la objetividad es imposible porque el papel del periodista es contar lo que ve, oye, huele, prueba y siente y no lo que el oyente o lector o televidente quiere que le cuenten, o lo que la mayoría espera que se diga, y en ese proceso de elaboración la información irá mediada por el criterio de ese periodista, de ese reportero, de ese narrador.

No, no se habla de objetividad porque no hay proceso más subjetivo que informar. Se habla de rigor periodístico, se habla de equilibrio informativo, se habla de puntos de vista y de otras variables más que los comisionados deberían conocer y tener en cuenta antes de escribir cartas pidiendo cosas que no entienden bien. Tal como lo dijeron. Esa solicitud es una completa vergüenza por donde se le mire.

Aunque, peor ha resultado la explicación. Ya lo decía un antiguo jefe: no aclare que oscurece. Los comisionados deberían dejar de publicar alcances y aclaraciones y todos esos términos leguleyos que se inventan los abogados para justificar lo injustificable. Como veo que no tienen periodistas que los asesoren, o no los escuchan, lo cual es más que frecuente en las instituciones públicas, les recomiendo publicar de inmediato un texto más o menos así: Los abajo firmantes ofrecemos disculpas al país en general y a los periodistas en particular.

Retiramos la solicitud enviada. En un país tan peligroso para ejercer este oficio, donde muchos reporteros deben hacer su trabajo con escoltas (o, lo que es peor, sin ellos), o escudos antibalas, o chalecos que solo dicen PRENSA, o apenas protegidos por una libreta y un esfero mientras con su teléfono graban videos, o hacen entrevistas, o toman fotos o escriben notas, resulta más que insultante pedirles que les digan cómo hacen sus consejos de redacción, cómo escogen sus noticias, cómo logran sus reportajes, por qué publican una entrevista, por qué no, en fin. Una falta de respeto total.

Yo espero que mis colegas de profesión que no de oficio allá en la CRC, den un paso al frente y lideren la sensatez, reúnan a sus otros colegas de comisión y los hagan caer en cuenta de que el camino decente —y solo hay ese— es retirar sin mayor explicación la desobligante carta y publicar la breve y puntual disculpa. Pero, la soberbia les ganará. Ya verán.

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