lunes, diciembre 8, 2025
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(OPINIÓN) Hora de estrenar. Por: Jaime Honorio González

Como manda la tradición colombiana, en mi casa se estrenaba televisor en cada mundial de fútbol. El primero fue un Sylvania de tubos, de cuatro patas, en blanco y negro, más grande el mueble que la pantalla y sobre el cual se ubicaba una carpeta de arabescos y encima, una porcelana generalmente Capo di monti al lado del infaltable cenicero y una bandeja de plata que se usaba como centro de acopio de pequeñas cosas, donde aterrizaban desde mancornas hasta tornillos, desde cajas de fósforos hasta el anillo rosa de mi madre, cuya pepa se estalló en mi presencia por cuenta de una brujería que una enemiga le practicó. Pero, esa es otra historia.

Yo no tengo recuerdos de 1974, pero ese año mi familia y sus amigos vieron los pocos partidos que transmitieron del Mundial de Alemania, donde la ‘naranja mecánica’ de Cruyff hizo de las suyas hasta que se estrelló de frente contra el poderío germano en la final de Munich. El corto resumen de ese partido lo vi mil veces en Elmundo al instante, un breve noticiero alemán que a cada rato transmitían por el canal siete.

En cambio, me acuerdo de Argentina 78. De la noche de los seis goles gauchos al Perú, del bigote de mariachi de Luque, de la melena de Kempes, de la calvicie prematura del polaco Lato, de la sonrisa sin dientes del escocés Joe Jordan, del técnico Menotti fumando cada vez que la cámara lo enfocaba, de la lluvia de papelitos en el Monumental de Buenos Aires, del yeso con el que pretendía jugar el holandés van de Kerkhof, de la estatura de Naninga, del tiro en el palo de Rensenbrink, de los goles en el alargue, del rostro del dictador Videla entregando la copa. Y ya. Todo lo vi en blanco y negro, en el Hitachi rojo, giratorio, que llegó a la casa el día de la inauguración.

Así que debí esperar hasta España 82 para ver un mundial de fútbol a color, aunque fue en la casa de unos vecinos, en Los Alcázares, donde había un Sony con control remoto (la gran novedad). Ahí vi a Eder Aleixo de Assís hacer la famosa folha seca, cuando levantó la pelota con la izquierda, le pegó con la misma pierna y la clavó en el arco del soviético Dasaev, después de que Sócrates la dejara pasar por entre las piernas. Tan inolvidable como la expulsión de Maradona por una patada al brasileño Batista, aunque su objetivo era pegarle a Falcao.

Para el mundial del 86 ya había dos televisores en casa, uno en el cuarto de mis papás y otro en el hall de televisión. En Italia 90 había tres, igual que en Estados Unidos 94 y Francia 98. Después murió mi papá y ya nada fue igual.

Esta semana sortearon los grupos del Mundial del año entrante y me dí cuenta que tengo en mi cuarto el mismo televisor que compré para ver Suráfrica 2010. Ahí funciona, aunque últimamente he notado que un parlante no suena como debería. Me sorprendió caer en cuenta que en ese aparato he visto cuatro mundiales.

Yo siento que como ahora vivimos pegados al celular, el televisor ya no es tan importante. En esa pequeña pantalla también vemos partidos de fútbol, series de televisión, películas, eventos deportivos, conciertos y demás. En esa pantallita vemos todo, incluso si estamos en casa, con el televisor de pantalla gigante colgado en la pared. En realidad, ahora lo que menos hacemos con el teléfono es hablar por teléfono.

Mis asesores midieron el lugar donde se podría instalar un nuevo aparato y concluyeron que uno de 65 pulgadas sería el ideal. Me parece una exageración, sobre todo porque es el doble del actual. Pero, me indicaron que podría ver hasta cuatro partidos al tiempo (otra exageración), lo cual me resulta interesante. Me explicaron lo de la tecnología oled, lo de la resolución 8K, lo de la optimización con IA, lo del streaming sin buffering, lo de la tasa de refresco y otro poco más de cosas raras que me preocupa que pase lo mismo que con los teléfonos: que me sirva para todo menos para ver televisión.

Pero, nada. Está decidido. Compraré televisor para el 17 de junio próximo, cuando Colombia debute contra Uzbekistán, porque además tengo un motivo adicional: mi solitaria tribuna se llenará con acompañantes de lujo que por primera vez ya están en edad de sentarse a ver fútbol, comentar las jugadas, analizar las alineaciones, subir el maíz pira, llenar el vaso de gaseosa, buscar un dato urgente en Google y ver los resúmenes de los partidos una y otra vez hasta que comience el siguiente.

Espero con ansia ese momento.

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