La idea de emprender, de ser el capitán de nuestro propio barco, es un anhelo que muchos compartimos. Sin embargo, detrás de esta visión romántica, se esconde una cruda realidad: emprender es un camino lleno de obstáculos, sacrificios y una lucha constante contra la incertidumbre. La invitación a dejar la zona de confort y dar el salto hacia el emprendimiento es tentadora, pero ¿estamos realmente preparados para los desafíos que esto implica?
Emprender implica una renuncia radical a nuestra vida actual. Dejamos atrás la estabilidad de un salario fijo, las vacaciones programadas y la tranquilidad de un horario establecido. A cambio, asumimos una carga de trabajo inimaginable, la presión de las deudas y la constante incertidumbre sobre el futuro de nuestro negocio. Es como si estuviéramos escalando una montaña, sabiendo que en cualquier momento podemos resbalar y caer.
En Colombia, el emprendimiento es aún más complicado debido a los numerosos trámites, trabas e impuestos que se deben superar. De hecho, se estima que, para ser exitoso en este país, hay que fracasar el 80 por ciento en el proceso de consolidar una empresa. Pero ¿quiénes son los perjudicados si las empresas se cierran? La respuesta es clara: los trabajadores.
El presidente de la CUT ha amenazado con convocar a un estallido social si los empresarios no redistribuyen la riqueza. Esto nos hace reflexionar sobre la responsabilidad social que tienen los empresarios en Colombia. La desigualdad es un problema grave en nuestro país, y es importante que los empresarios tomen medidas para reducirla.
En medio de este panorama, surge el conflicto entre empleados y empresarios. Por un lado, los trabajadores exigen mejores condiciones laborales y una mayor participación en la riqueza que generan. Por otro, los empresarios se enfrentan a una serie de obstáculos burocráticos y a una presión constante para mantener sus negocios a flote. La propuesta de redistribuir la riqueza, aunque noble en su intención, puede tener consecuencias negativas para la economía y generar un clima de desconfianza entre los actores productivos.
En Colombia, emprender es aún más desafiante. Los trámites burocráticos, la inseguridad jurídica y la alta carga tributaria son solo algunos de los obstáculos que deben superar los emprendedores. A pesar de estas dificultades, muchos se lanzan a esta aventura con la esperanza de construir un futuro mejor para ellos y sus familias. Sin embargo, es importante reconocer que el fracaso es una parte inevitable del proceso emprendedor.
La polarización entre empleados y empresarios no conduce a ninguna solución. Es necesario fomentar un diálogo constructivo que permita encontrar puntos en común y construir un modelo económico más justo y equitativo. Los sindicatos deben reconocer el papel fundamental que desempeñan los empresarios en la generación de empleo y riqueza.
Emprender es una decisión valiente que requiere una gran dosis de determinación y resiliencia. Sin embargo, es fundamental que seamos conscientes de los desafíos que implica y que busquemos soluciones conjuntas para superar las dificultades que enfrentamos como sociedad. Solo a través del diálogo y la colaboración podremos construir un país más próspero y equitativo para todos.