sábado, mayo 17, 2025
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(OPINIÓN) El viaje a la China de Petro. Por: Roberto Mazzini

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He recopilado lo que saben varios periodistas amigos que cubren la región Asia-Pacífico, y lo que encontraron sobre el viaje de Petro a China esta semana es simplemente escandaloso.

Les traigo el resumen de un desastre diplomático:

Gustavo Petro fue advertido por el propio gobierno de Xi Jinping, antes de su visita, de que no habría acuerdos formales ¿El motivo? La total desarticulación del gobierno colombiano, la ausencia de una agenda seria y, sobre todo, la falta de profesionalismo.

China ya no negocia con discursos ideológicos; hoy solo escucha propuestas técnicas, estructuradas y de largo plazo. Justo lo que Petro desprecia. Cuando la canciller Laura Sarabia le informó a Petro las exigencias de China, el presidente estalló en furia.

La culpó de no saber explicarle a China su visión del tema, la bajó del avión presidencial y la sacó de toda la agenda oficial. A duras penas viajó, porque sin canciller, China simplemente no los habría recibido.

En Shanghái, Sarabia se movió sola, como una ciudadana cualquiera, y tuvo que hacer el recorrido de 4 horas y media en tren bala desde Pekín, lejos del círculo presidencial y aunque Sarabia tiene poca experiencia, la culpa no es de ella, sino de Petro, que sigue creyendo que puede evangelizar en lugar de negociar.

China dejó atrás la ideología hace décadas. No es Cuba. Es un gigante pragmático que solo negocia con Estados, no con gobiernos de turno ni con discursos improvisados.

¿El único “logro”? La firma de un memorando de entendimiento para la adhesión a la Ruta de la Seda. Un documento sin valor jurídico, sin aprobación legislativa y sin compromisos concretos. Un gesto simbólico que no compensa la oportunidad perdida.

Cuando Gustavo Petro se dio cuenta del desastre que él mismo causó, decidió cambiarle el nombre al documento y ponerle “Plan de cooperación”, un eufemismo inútil que enfureció aún más a China.

Brasil sí hizo la tarea: diseñó una estrategia, elaboró documentos técnicos, propuso una política coherente y volvió con acuerdos reales y sin requisitos de visa.

Colombia, en cambio, volvió con las manos vacías, después de hablar de trenes interoceánicos y proyectos intergalácticos, y divagar frente a un mandatario chino que no tiene tiempo para perder y que se sintió ofendido con la falta de rigor del jefe de gobierno colombiano.

Gustavo Petro se convirtió en el hazmerreír de los periodistas que cubrieron el evento. Incluso Gabriela Frías, de CNN, le dedicó una sección de su programa para burlarse del discurso absurdo de Petro.

Los periodistas brasileños, por su parte, se preguntaban si estaba bajo el efecto de alguna sustancia psicoactiva, al punto que uno de ellos, horas más tarde, le preguntó a la Cancillería, y esta, en medio de su disgusto, en vez de negarlo, simplemente se encogió de hombros.

Así fue como Petro desperdició una oportunidad histórica y de paso, dejó a Colombia como el hazmerreír del mundo y por fuera del beneficio de exención de visa que China sí otorgó a otros países latinoamericanos que, a diferencia nuestra, llegaron con seriedad.

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