sábado, agosto 16, 2025
InicioOpinión(OPINIÓN) El riesgo no es no tener propósito: el riesgo es no...

(OPINIÓN) El riesgo no es no tener propósito: el riesgo es no sostenerlo. Por: Andrés Felipe Molina Orozco

No basta con enunciarlo. Hay que habitarlo, incluso cuando incómoda.

La reunión terminó entre aplausos. En la pantalla, una diapositiva impecable: “Nuestro propósito”. El gerente leyó con voz firme: “Defendemos la dignidad del trabajo”. Todos asintieron.

Al salir, uno de los directivos comentó que al día siguiente habría que adjudicar al proveedor más barato. “Es un ahorro importante”, dijo. Ese proveedor no cumplía los estándares laborales que la empresa había prometido defender. Nadie lo mencionó. Nadie pidió revisar la decisión.

No fue un desliz administrativo. Fue un reflejo cultural: el propósito no entró a la sala donde se decide. Ese es el riesgo. No es no tener propósito. Es proclamarlo y no sostenerlo.

Cuando el propósito se vuelve decoración

Hoy casi todas las organizaciones dicen tener uno. Algunas lo diseñan con cuidado, otras lo copian, muchas lo repiten. Pocas lo convierten en criterio para decidir.

Tener propósito se volvió tan obligatorio que corre el riesgo de perder su fuerza como brújula. Cuando todos lo declaran, su valor ya no está en decirlo, sino en decidir desde él.

Un propósito que no incomoda no es propósito: es ornamento. Si no estructura, no guía. Si no transforma, no sirve.

Tres pruebas VUS del propósito (Valioso, Único, Sostenible)

  1. Valioso: Otros están dispuestos a defenderlo.

Nadie sostiene lo que no valora. Si tu equipo no pone su talento al servicio de lo que declaras, si tus clientes no pagarían por lo que representas, si nadie te defiende cuando no estás, tu propósito solo decora.

  • Único: Tu ausencia deja un vacío real.

Ser único no es ser original; es ser irremplazable. Hay propósito cuando tu aporte es tan específico y humano que, si faltas, algo esencial se pierde.

  • Sostenible: Lo que haces hoy no contradice el mañana.

Un propósito que agota al equipo, erosiona a otros o destruye el entorno, no es propósito; es miopía estratégica con un eslogan encima. La coherencia se prueba en el tiempo, no en la campaña.

Un propósito vivo se nota en las decisiones que incomodan

  • Rechazar ingresos que contradicen tus estándares.
  • Pagar más por un proveedor que cuida a su gente.
  • Pausar un lanzamiento si compromete la promesa hecha al usuario.
  • Diseñar incentivos que premien la coherencia, no solo el volumen.

Hace unos meses, una empresa del sector de empaques rechazó un contrato millonario con un cliente que pedía reducir la calidad para bajar costos. La decisión dolió en el corto plazo, pero fortaleció la marca, reforzó la lealtad de los clientes y atrajo talento que quería trabajar donde las palabras se cumplen.

Como muestran investigaciones recientes, cuando el propósito se integra en procesos y gobierno, mejora la disciplina operativa y el desempeño a largo plazo. Y cuando la coherencia se respalda desde la cultura, se reduce la tentación de “hacer excepciones” que la erosionan.

Cuando se sostiene, el propósito no solo evita incoherencias: atrae talento, permite capturar prima de precio y construye resiliencia. Es estrategia, no poesía.

Cómo se sostiene

El propósito no solo define lo que harás; también lo que no harás, aunque sea rentable. Algunas empresas incluso miden:

  1. % de ingresos rechazados por incoherencia.
  2. % de proveedores auditados bajo criterios del propósito.
  3. Índice de Coherencia Percibida entre empleados y clientes.

Un propósito vivo necesita guardianes. En algunas organizaciones, cualquier área puede vetar una decisión incoherente y elevarla a un comité de coherencia que resuelve en 72 horas. Ese comité no es burocracia: es un recordatorio de que la prisa no autoriza a traicionar la brújula.

El precio de no sostenerlo

Actuar sin propósito no es neutralidad: es ceguera. Es dejarse arrastrar por lo inmediato, incluso cuando perpetúa prácticas injustas o insostenibles.

El costo puede ser visible (rotación de talento, pérdida de legitimidad) o invisible (fatiga moral, desgaste interno, cinismo).

No es solo estratégico. Es profundamente humano.

¿Y tú?

¿Lo sostienes o lo decoras?

El propósito real se reconoce por el costo que aceptas y el negocio que eliges no hacer.

Si no ordena, no guía. Si no guía, no transforma. Y si no transforma… no sirve.

ÚLTIMAS NOTICIAS