“El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.
Winston Churchill.
Histórico es lo menos que se puede decir del triunfo alcanzado por el presidente Donald Trump y el partido Republicano en las elecciones del pasado 5 de noviembre.
Que Trump ganara es algo que se esperaba, dado el debilitamiento ideológico, con énfasis en lo socioeconómico, que acusa el partido Demócrata norteamericano y especialmente de su improvisada candidata, la señora Kamala Harris; pero que ese triunfo incluyera también el voto popular, además del electoral y alcanzara para obtener una mayoría en el Senado y una posible (aún no confirmada) mayoría en la Cámara de Representantes, sumada a la que puede considerarse mayoría decisoria de la Corte Suprema, es algo que supera toda expectativa, porque lisa y llanamente tiene un significado que a juicio de este columnista puede muy bien expresarse como el principio del fin del socialismo Woke.
El gran triunfo de Trump es la cereza en el pastel de un proceso de extinción del socialismo (el que lo es y el que se disfraza de tal cuando su verdadero nombre es comunismo) que ha superado ya varias etapas intercontinentales que deben ser consideradas. Por ejemplo y entre otras:
-La elección y reelección de Bukele en El Salvador (un pseudo socialista de derecha pura y dura
-La designación y el acierto de la señora Giorgia Meloni como presidente del Consejo de ministros de Italia.
-El acenso a la presidencia y el éxito que está logrando Javier Milei en Argentina.
-El reciente resultado de las elecciones municipales en Brasil
-La elección de José Raúl Mulino como presidente de Panamá.
-La que está “cantada” por tirios y troyanos como segura elección de José Antonio Kast como presidente de Chile.
-El resultado de las últimas elecciones francesas, que ha registrado un sorprendente avance de la derecha.
-La gravísima situación por la que atraviesa en España el gobierno de Pedro Sánchez y sus aliados comunistas y separatistas, que lleva a pensar en una derrota del PSOE y el inminente triunfo de una alianza entre el Partido Popular y Vox.
-La vigencia del artículo 109 de la Constitución Nacional de Colombia en relación con el señor Gustavo Petro Urrego.
Existe la teoría de que el triunfo de un candidato presidencial y de una política en naciones democráticas es algo que se da mediante movimientos pendulares del reloj de la historia, impulsados por conceptos tales como la esperanza en el cumplimiento de unas promesas, el voto castigo por no cumplirlas y la influencia del gran capital en la motivación para votar. Eso es verdad, pero no en términos absolutos, ya que falta todavía agregarle a la ecuación el factor instinto popular que aún sin ser bien comprendido ha sido fundamental en el acontecer histórico de los pueblos.
En el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, donde todavía triunfa el sistema bipartidista que tan benéfico ha sido para esa sociedad, es donde mejor se puede apreciar la importancia de tal instinto, como ha sido evidente en la asombrosa elección que lleva por segunda vez a la presidencia a Donald J. Trump.
Quienes en años anteriores estábamos acostumbrados a ver en la sociedad norteamericana un modelo de libertad dentro del orden, con absoluto sometimiento al lema “Dios, Patria y familia”, desde la época del gobierno demócrata de Barack Obama comenzamos a observar un notable e inesperado desvío de la tradicional postura centroderechista norteamericana hacia una izquierda extraña, contestataria, con tendencias violentas y un fuerte ingrediente de reacción racista, lo mismo que con creciente abandono de la moral tradicional y del patriotismo.
Es verdad que durante la primera presidencia de Trump esa preocupante tendencia pareció menguar, aunque el problema mundial de la pandemia del COVID 19 no daba ni tiempo ni espacio para profundizar en el análisis crítico de la situación.
Y así llegamos a la presidencia de Biden y de Kamala Harris donde el socialismo Woke se disparó y se llegó a una situación tan confusa y peligrosa, que una vez más el instinto popular reaccionó a tiempo y a pesar de que los grandes medios norteamericanos, en connivencia con altos funcionarios demócratas no solo promovían a diario la candidatura presidencial de la vicepresidenta Harris y se ensañaban con Trump, al cual lograron hacerlo vestir la camisa del delincuente, el riesgo de la amoralidad total, los desastrosos efectos de un desacertado manejo económico y una política migratoria carente de lógica nacionalista y orientada hacia el globalismo, empujaron al electorado, incluyendo a muchos demócratas, a darle una severa lección al socialismo decadente y permitieron abrirle de par en par las puertas de la Casa Blanca, de la nación y de la historia al cuadragésimo séptimo presidente norteamericano Donald J. Trump.