lunes, diciembre 15, 2025
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(OPINIÓN) El drama colombiano no es Petro: es la ausencia total de frenos institucionales. Por: Martín Eduardo Botero

Gustavo Petro no destruye al Estado colombiano por genialidad táctica ni por alguna supuesta “superioridad estratégica”.
Lo hace por algo infinitamente más triste, más grave y más peligroso:

Porque nadie dentro del Estado parece dispuesto a detenerlo. Ese es el verdadero drama nacional.

No es que Petro sea un estratega invencible.
Es que la institucionalidad colombiana se ha dejado capturar por miedo, cálculo o complicidad.

Petro no heredó un Estado fallido.
Petro produce uno.

Pero lo produce con la ayuda involuntaria —o silenciosa— de quienes, por mandato constitucional, debían impedirlo:

  • *Magistrados que se paralizan,
    *Organismos de control que desaparecen,
    *Fiscales que balbucean excusas,
    *Congresistas que negocian su dignidad,
    *Altos funcionarios que prefieren sobrevivir políticamente antes que defender la República.

Mientras el Ejecutivo avanza con determinación, las instituciones responden con contemplación.

Es la ecuación perfecta para el desastre. Petro actúa como si su misión fuera desmontar, no construir y las instituciones reaccionan como si su misión fuera observar, no actuar.

· La senadora Zuleta interviene operaciones militares: silencio institucional.
· El ELN anuncia paro armado nacional: silencio presidencial.
· Maduro amenaza a Colombia y Petro lo acompaña: silencio diplomático.
· La Corte elimina la reincidencia en plena crisis de inseguridad: silencio jurídico.
· La Fiscalía no toca al círculo presidencial: silencio procesal.

Y no solo eso. El Consejo Nacional Electoral ya determinó que la campaña Petro–Márquez violó los topes legales.
En cualquier democracia funcional, eso implica:

· investigación penal,
· acusación fiscal,
· nulidad electoral,
· y apertura de un proceso de destitución.

¿Qué ocurrió en Colombia? Silencio absoluto.
Como si la Constitución fuera opcional.

Cada silencio es un ladrillo menos en la estructura del Estado y Petro lo sabe y avanza. Petro gobierna sin frenos porque los frenos se volvieron decorativos.

Petro avanza sin obstáculos porque los obstáculos prefirieron hacerse a un lado. Petro produce crisis porque nadie produce límites.

Ese es el origen de la catástrofe actual:
la combinación letal entre un gobernante decidido a romper y unas instituciones decididas a no intervenir.

Colombia no vive una ofensiva violenta del Ejecutivo contra el Estado. Colombia vive la renuncia voluntaria de las instituciones a ser instituciones.

No estamos frente a un tirano imparable.
Estamos frente a un Estado que se dejó intimidar, seducir o adormecer.

No estamos frente a un líder todopoderoso.
Estamos frente a un aparato institucional que ha decidido no ejercer poder.

Conclusión
Colombia no está siendo destruida por un hombre.
Está siendo destruida por la ausencia de hombres y mujeres capaces de defenderla.

No es Petro el que desarma al Estado. Es el Estado el que se deja desarmar.

Y mientras eso no cambie, la República seguirá cayendo… no por acción del poder, sino por omisión del deber.

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