Nada más difícil para una persona es sentir que su futuro inmediato es incierto. Es el caso del presidente Petro, quien después de haber construido una carrera política desde la subversión que lo llevó a la presidencia, hoy, a tan solo a nueve meses de culminar su mandato, se encuentra en el dilema de su futuro inmediato. Un presidente cuyo balance es negativo, que se registra en la historia como el peor presidente que ha tenido este país en los doscientos años de vida republicana.
Ahora bien, veamos que su campaña y su gobierno están comprometidos en serios procesos administrativos y penales que, si bien es cierto que mientras él ejerza la presidencia, por el fuero no avanzan, al siguiente día de abandonar el poder tomarán carrera. Aparte de ello, este hombre en todo aspecto se encuentra solo, su familia ha sido afectada por él mismo, lo ha abandonado, su esposa totalmente ausente, su hijo mayor sub judice, sus otras hijas e hijos viven en otro país, su hermano enjuiciado, sus amigos que dijeron amarlo le han volteado la espalda y su gabinete en vilo. En fin, completamente triste, solo y abandonado, solo le quedan las amistades de los bajos fondos y esto en cuanto persigan el dinero que él pueda tener hasta que se le acabe el poder.
Con la inclusión de Petro y su familia en la lista, Clinton quedaron totalmente bloqueados tanto en Colombia como en cualquier país del mundo, total que cuál podría ser el camino que este hombre tome en tan solo nueve meses restantes. Pues bien, él mismo, en una entrevista reciente al medio árabe Aljazzera manifestó no saber qué hacer ni para dónde pegar, habló de irse a Gaza a liderar su reconstrucción o de ir a refugiarse a una montaña de Colombia. Otra posibilidad es recorrer el mundo por tierra, ya que no podría ir en avión.
En conclusión, este hombre supuestamente quedará a la deriva, pero si los organismos de inteligencia norteamericanos que, al parecer, cuentan con pruebas contundentes de sus vínculos con los carteles del narcotráfico, lo buscarán para llevarlo a juicio y prisión colocándole el overol naranja, símbolo de ignominia, pero en caso de ser así, para evitarlo sería posible que este hombre regrese a la clandestinidad protegido por los grupos terroristas o los carteles de la droga y regresar a la insurgencia, autoproclamándose como nuevo redentor patriota, emulando a Bolívar y ubicándose como una víctima del imperialismo yanqui y de la oligarquía colombiana.
Lo anterior es una elucubración que podría convertirse en realidad según cómo se desarrollen los hechos, pero parte de su propia manifestación. Por lo tanto, la suerte del hoy mandatario de los colombianos es incierta, pero en gran parte depende de él mismo. Lo cierto sí es que, habiendo llegado a lo más alto del poder, no le sirvió para nada al país que lo eligió y mucho menos a su familia y ni a él mismo. La astucia y voluntad para alcanzar la presidencia contrasta con la incapacidad, torpeza y estupidez de haber gobernado pésimamente.
Sin saber el país cómo va a finalizar este gobierno, corre el riesgo de continuar por el mismo camino, si es que en el 2026 termina eligiendo a un sucesor de las mismas o peores condiciones que el actual. Ese es el dilema de los colombianos, así como el dilema de Petro.





