Ya dijimos que el 65% del pueblo antioqueño vive en el 1% del territorio; agreguemos ahora que ese 1% es un cañón, el de Aburrá, y no tiene vías. La vida social en el cañón se mueve en torno a un eje que podemos llamar Sur-Norte y nadie ha podido introducirle un cambio significativo; la consecuencia es obvia: transitar desde Caldas hasta Girardota es un calvario.
Los accesos a Envigado, Itagüí, Sabaneta y Medellín, en la mayor parte de las horas del día, son una tragedia. Pero lo peor está en la glorieta de Niquia en Bello, que a pesar de tener recursos para su ampliación no despega, porque ahora “revisan estudios” y ni que decir del paso frente al viejo edificio de Sura y los pies de la viuda inútil de la Macarena.
Se siguen construyendo edificios de manera impresionante, pero nada de vías. El tren semi metropolitano continúa anclado en Bello y muy pobre en ramificaciones.
El tren de cercanías nada que viene a la realidad. Nadie se atreve a revivir la idea de la autopista de segundo nivel, sobre o siguiente al río, y las laderas occidental y oriental del cañón, que podrían servir para dos formidables autopistas, no merecen ni un piropo.
Se empieza a conversar sobre las elecciones regionales ¿Habrá algún candidato a la Alcaldía o al Concejo que lleve estos temas al debate? ¿O seguiremos en el cuento del bate o buscando la suma que se robó pinturita?