Tuve la oportunidad de asistir a la COP16, conferencia mundial sobre biodiversidad celebrada en Cali.
Debo decir que llegué contento y satisfecho con la realización de este evento en nuestro país y con la oportunidad de visibilizar los retos y peligros que corre la humanidad entera frente a este tema.
Habitamos un territorio catalogado como uno de los más biodiversos del planeta y ello hace particularmente relevante el hecho de que actores del mundo entero se hayan reunido aquí para discutir sobre ello. La biodiversidad es un tema que nos atañe a todos, pues no se trata simplemente de proteger el hábitat de algunas especies sino de un sistema complejo del cual depende, entre otras cosas, nuestra posibilidad futura de tener alimentos, agua y energía.
Aún no conocemos el texto final de la declaración de los países, pero esperamos que allí se hable de metas claras y, sobre todo, de compromisos por parte de las principales potencias mundiales y del rol que deben cumplir las empresas privadas y los ciudadanos.
Asimismo, esperamos que los países suramericanos lleguen a acuerdos para la protección conjunta de ecosistemas de relevancia mundial como la Amazonía y el Chocó biogeográfico.
Por mi parte, aproveché la ocasión para hacer énfasis sobre el papel que juegan las ciudades. Generalmente, cuando se habla de biodiversidad, pensamos en las selvas, los bosques y los páramos; pensamos en parques naturales y grandes áreas localizadas por fuera de las urbes. Sin embargo, en un país rico en biodiversidad y con una población urbana que supera el 70%, nuestras ciudades deben ser ejemplo de riqueza natural y, sobre todo, de relacionamiento entre los humanos y la naturaleza. Me alegra ver que la mención a las ciudades quedó incluida en la declaración interparlamentaria y que el Ministerio de ambiente tiene líneas claras de acción alrededor de la calidad ambiental urbana.
Celebro, además, que el evento se haya realizado con éxito en la ciudad de Cali. Una ciudad que ha padecido en años recientes el reflejo de numerosos problemas sociales, económicos y de seguridad que vive actualmente el Pacífico colombiano. Cali se lució con la organización y esta cumbre internacional puede significar un merecido golpe positivo en el ánimo de sus habitantes e instituciones. Por su parte, la reorganización del espacio público verde y peatonal alrededor del río Cali en la zona central dio muestras de cómo pueden cambiar nuestras ciudades para hacerse más amenas, caminables y saludables. Ahora los caleños están reclamando que muchas de esas calles se mantengan peatonalizadas. Tenemos que aprender de eso.
El éxito de la COP 16 no puede reducirse a “un triunfo de Petro”, como algunas voces mezquinas han querido hacerlo ver. Es una victoria de Cali, del Ministerio de ambiente, del país entero y de numerosas personas y entidades de todo el mundo que encontraron un espacio de conocimiento, activismo y comunicación para un asunto del cual depende el futuro de todos. Esperamos que se logren grandes acuerdos y no sólo buenos recuerdos.