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martes, enero 28, 2025
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    (OPINIÓN) Domingo negro. Por: Bernardo Henao Jaramillo

    El reciente cruce de declaraciones entre Colombia y Estados Unidos a través de las cuentas de X, en lugar de los canales diplomáticos habituales, no solo indica un preocupante deterioro en la forma en que se manejan las relaciones exteriores, sino que también pone en evidencia una imprudencia alarmante que expone la economía colombiana a riesgos innecesarios.

    Este domingo negro marcó a todos los colombianos sin excepción. Se analizó que el aumento de los aranceles en un 25 % y posteriormente en otro 25 % destruiría las exportaciones, rubro clave de la economía colombiana. Y los anuncios del cierre de la oficina de visas en el país espantaron a una población que tiene fuertes vínculos con los Estados Unidos.

    Históricamente, las relaciones entre Colombia y los Estados Unidos han sido clave para el desarrollo económico, la cooperación en seguridad y la estabilidad regional. Sin embargo, trasladar irresponsablemente un asunto tan delicado al terreno de las redes sociales degrada la diplomacia a un espectáculo público grotesco que no solo afecta la percepción internacional de Colombia, sino que también amenaza la confianza de los mercados y los inversionistas extranjeros.

    Lo más grave del incidente creado por Gustavo Petro en la madrugada del domingo es que se desconoce su estado de salud. Cada trino subía de tono con respecto al anterior. Agravió al Presidente de la primera potencia mundial. Desconoció olímpicamente los tratados que rigen las relaciones internacionales y esto lo coloca frente a un presunto y muy serio prevaricato, rompiendo así la seguridad jurídica de Colombia.

    El uso de plataformas como X para abordar temas de esta magnitud carece de estrategia y sentido común. En lugar de fomentar el diálogo constructivo, se prioriza un intercambio que promueve tensiones y confusión. En un mundo interconectado, donde los mercados reaccionan rápidamente a la inestabilidad política, un manejo tan desordenado puede traducirse en fuga de capitales, devaluación de la moneda y pérdida de credibilidad ante organismos multilaterales.

    Ya hay graves antecedentes de utilización de redes sociales como un canal primario para hacer anuncios de gran impacto político y económico, desde la implementación de aranceles hasta la retirada de tratados internacionales. Si bien se argumenta que esas actuaciones permiten ser más transparentes, lo cierto es que las decisiones tomadas de manera impulsiva a través de redes sociales desataron inestabilidad en las relaciones bilaterales y una creciente desconfianza global hacia Estados Unidos.

    El gobierno colombiano parece haber caído en un patrón similar, replicando un modelo que prioriza la inmediatez y el espectáculo sobre la diplomacia y la planificación estratégica. La diplomacia no puede funcionar bajo un esquema de impulsividad, pues las decisiones no solo impactan las relaciones entre gobiernos, sino también la estabilidad económica, la percepción de riesgo país y la credibilidad ante aliados estratégicos.

    Si bien es necesario reconocer las asimetrías en la relación bilateral y defender los intereses nacionales, esto debe hacerse con una visión estratégica que privilegie el diálogo, la negociación y la diplomacia silenciosa.

    Revisando las crisis que afectaron a la humanidad desde el comienzo de la primera guerra mundial, año 1914, hasta el comienzo de la segunda, en 1939, vemos que la diplomacia siempre estuvo presente. Lo mismo ocurrió en otros conflictos y guerras. Ahora se la desconoce con consecuencias imprevisibles. Es un grave retroceso de la efectividad de la diplomacia que pone directamente en peligro a los ciudadanos.

    La administración actual debe aprender de los errores del pasado, propios y ajenos, y entender que las redes sociales son herramientas de comunicación, no foros de negociación internacional. No se pueden cometer esos yerros, es un grave retroceso para la efectividad de la diplomacia, sino que pone en peligro el bienestar de los ciudadanos, que son quienes sufren las consecuencias de estos conflictos mal manejados.

    Es hora de que el gobierno reflexione sobre las consecuencias de estas acciones y recupere la seriedad en el manejo de sus vínculos internacionales. La diplomacia no es un espacio para improvisar; es un arte que, bien ejercido, puede abrir puertas, fortalecer alianzas y garantizar el bienestar de una Nación. Desconocerla, como acaba de ocurrir, es asumir grandes riesgos cuyas consecuencias pueden afectar a las poblaciones.

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