El primero de mayo, día consagrado a la dignidad del trabajo, presenciamos un acto público que debería haber servido para unir al país en torno a los derechos laborales y el respeto por la vida. Pero lo que vimos en la Plaza de Bolívar fue otra cosa: un Presidente que, en lugar de actuar como Jefe de Estado, se comportó como agitador de plaza, arremetiendo contra el Congreso, amenazando a la oposición y omitiendo homenajes esenciales a quienes han dado su vida por la Patria.
Es profundamente preocupante que el comandante en jefe de las Fuerzas Militares y de Policía, en un acto nacional, no dedicara ni un minuto de silencio a los 34 uniformados vilmente asesinados en el llamado “plan pistola” por parte del narcoterrorismo. Ese silencio el suyo duele. No es solo un olvido, es una afrenta al sacrificio de quienes, con honor, entregando la vida, han defendido la soberanía de Colombia.
Pero no fue solo omisión. Fue también confrontación. El presidente Gustavo Petro no solo desenvainó la espada de Bolívar símbolo sagrado de libertad e independencia, sino que la utilizó como arma simbólica para lanzar amenazas: “Si el Congreso no aprueba la consulta, el pueblo los revocará”. Estas palabras no son un llamado democrático. Son una advertencia que bordea el autoritarismo y desconoce el principio de separación de poderes.
A eso se sumó la aparición de una bandera roja y negra emblema revolucionario, no nacional, y una frase escalofriante: “libertad o muerte” ¿Es éste él mensaje que debe dar un Presidente a su pueblo? ¿Una consigna qué divide, intimida y resucita fantasmas de lucha armada en un país que necesita reconciliación, no revancha?
El Presidente representa la unidad nacional, no una facción ideológica. Su lenguaje debe construir, no incendiar. Sus gestos deben inspirar, no imponer. La investidura presidencial exige más que votos: exige dignidad, equilibrio, respeto por las instituciones y, sobre todo, grandeza para reconocer al otro, incluso cuando piensa diferente.
La democracia no se defiende con espadas ni con amenazas. Se defiende con argumentos, con diálogo y con respeto. Quienes hoy ejercen el poder harían bien en recordarlo, antes de que las palabras se conviertan en heridas y los símbolos en rupturas.
Porque Colombia no necesita más divisiones. Necesita liderazgo, serenidad y verdadero sentido de Patria.