Por meses, los colombianos hemos sido bombardeados con la insistencia del gobierno sobre una consulta popular. Información constante en cada noticiero, en cada declaración oficial, mientras la realidad cotidiana se desmorona a nuestro alrededor ¿Nos volvimos espectadores pasivos de este circo? La paciencia tiene un límite, y más de un colombiano esa paciencia se desborda ante tanta ceguera, tanta desconexión con la angustia de un pueblo.
Si de consultas se trata, propongo una verdadera, una que duela al poder y despierte al ciudadano. Preguntemos sin rodeo: ¿Bajaron los precios de los pesos y la gasolina, o seguimos ahogándonos en un costo de vida insostenible? ¿Tenemos un mejor sistema de salud, o la gente sigue muriendo esperando una cita? ¿Te condonaron el crédito con el Icetex, o la deuda académica sigue siendo una soga al cuello para millas de jóvenes? La canasta familiar, ¿su costo se reduce o cada ida al supermercado es un golpe al bolsillo?
Continúo con las preguntas incómodas: ¿Eliminaron el impuesto del 4×1000, o el dinero sigue evaporándose en cada transacción? ¿Vivimos en un país en paz, o las masacres y la violencia siguen siendo el pan de cada día en nuestros territorios? ¿Se reduce la corrupción en este gobierno, o las denuncias se acumulan sin consecuencias? El cacareado «cambio», ¿mejoró realmente tu vida o fue solo una promesa vacía? ¿Redujeron los hurtos y los homicidios, o la inseguridad nos acecha en cada esquina?
La indignación se desborda al escuchar que la consulta popular impulsada por el Gobierno costará más de 700 millones de pesos ¿Es en serio? ¿Setecientos millones para una farsa mediática, mientras este mismo gobierno alega desfinanciamiento y es incapaz de ejecutar programas vitales en las regiones? Es una bofetada a la cara de cada colombiano que lucha por sobrevivir, de cada niño sin acceso a educación, de cada enfermo sin medicinas. Es una afrenta a la lógica ya la decencia.
Este despilfarro es inaceptable. ¿Cómo se atreven a hablar de una consulta que no responde a las urgencias del pueblo, cuando la infraestructura básica se cae a pedazos y un sinnúmero de proyectos sociales están parados por falta de recursos? La prioridad de un gobierno debe ser el bienestar de sus ciudadanos, no la propaganda. Es hora de que los colombianos alcemos la voz y exijamos transparencia, eficiencia y, sobre todo, respeto.
No podemos seguir siendo convidados de piedra en nuestra propia tragedia. Debemos exigir que esos $700.000.000 millones de pesos, y cada peso del erario público, se inviertan en lo que realmente importa: en la salud, en la educación, en la seguridad, en la generación de oportunidades, en la vida digna que nos prometieron y nos han negado. No más consultas inútiles, no más derroches.
Es tiempo de despertar del letargo, de dejar de lado la desesperanza que nos invade. La acción ciudadana es nuestra única herramienta para enderezar el rumbo de esta nación. Que nuestra voz resuene con la fuerza de un millón de preguntas sin respuesta, exigiendo que cada decisión del gobierno esté al servicio del pueblo, y no de una agenda política vacía de contenido real. ¡Despertemos, Colombia!
