Colombia atraviesa una profunda polarización provocada por el presidente Gustavo Petro, quien ha demostrado un constante irrespeto por la separación de poderes. Sus ataques reiterados contra el Congreso, la justicia y los medios de comunicación no solo son inaceptables, sino que reflejan el talante autoritario de su gobierno.
La reacción del Ejecutivo tras el hundimiento de la Consulta Popular en el Senado ha sido vergonzosa. Señalamientos, presiones y descalificaciones contra los legisladores revelan el desespero de un gobierno, cuyo proyecto político se hunde, y cuya estrategia electoral hacia 2026 ya muestra señales de fracaso.
Ese mismo día, un chat filtrado entre Petro y su ministro del Interior dejó en evidencia la orden presidencial de sacar a las calles a sus seguidores, buscando presionar al Congreso de manera burda. El llamado fue un absoluto fracaso, el 28 y 29 de mayo, el anunciado “Paro Nacional” del petrismo resultó en plazas vacías y manifestaciones insípidas. Los colombianos le dieron la espalda al Presidente. Colombia no paró, al contrario, vimos a ciudadanos valientes enfrentarse a encapuchados que intentaban bloquear vías, protegiendo su derecho al trabajo y rechazando la violencia como forma de protesta.
El que sí paró fue Petro. El Presidente se esfumó durante casi 60 horas; no asistió a la 10ª Cumbre de Jefes de Estado del Caribe (AEC) en Montería y apagó por completo su presencia en “X”, su plataforma habitual de gobierno. ¿Dónde estaba el presidente? ¿Está enfermo, deprimido, o acaso enfrenta problemas de adicción como lo insinuó el exministro Álvaro Leyva? Lo cierto es que ya es costumbre que desaparezca los fines de semana, dejando un vacío de poder y una preocupante ausencia de liderazgo.
Eso sí, para lo que no paró Petro fue para firmar, casi en la sombra, el Decreto 0572 de 2025. Una norma que, sin pasar por el Congreso, impone un aumento en la autorretención para múltiples sectores económicos. Es, en la práctica, una mini reforma tributaria disfrazada que castiga a la industria, la minería, la energía y los servicios públicos. Este “Shu Shu Shu” tributario afecta directamente la inversión, el empleo y la competitividad del país, y abre un hueco fiscal preocupante para el 2026.
A un año de las elecciones presidenciales, el mensaje es claro: Colombia es un país de ciudadanos firmes, trabajadores y decididos. Hombres y mujeres que no quieren revoluciones, sino oportunidades, que no piden ideología, sino soluciones. Esta nación necesita un presidente que gobierne con hechos, no con trinos; que respalde a la Fuerza Pública, no a los vándalos; que fortalezca la empresa privada y defienda la seguridad como condición esencial para el desarrollo.
El paro de Petro solo logró que se detuviera él mismo. Colombia, en cambio, dejó claro que a ella no la para nadie.
PD: aunque mejor que no aparezca, si lo único que sabe es echar carreta y destruir lo que funciona.