sábado, diciembre 27, 2025
InicioDestacado(OPINIÓN) Colombia necesita más estoicismo en tiempo electoral. Por: Laura Mejía

(OPINIÓN) Colombia necesita más estoicismo en tiempo electoral. Por: Laura Mejía

Últimamente he sentido muy cerca a los estoicos. No desde la distancia académica ni desde el deseo de citar filosofía para sonar profunda. Me acerqué al estoicismo porque venía viviendo en automático, como si la única forma de avanzar fuera ir sin parar. Así, al ritmo del país: acelerada, exigida, empujada por el oficio, por la agenda informativa, por el pulso político que no concede respiro.

Entre coberturas, debates, análisis, encuestas y tensiones públicas, la vida empezó a moverse al mismo compás del país: rápido, denso, sin pausa. Y en ese ritmo, uno termina viviendo en modo reacción.

Hasta que hubo un frenazo. No fue cómodo. No fue planeado. No fue una pausa voluntaria. Fue un alto inevitable, de esos que obligan a mirar distinto.

Fue un alto que me puso frente a una verdad incómoda: no era el trabajo el que me estaba agotando, era la ansiedad con la que lo estaba viviendo.

En medio de ese silencio apareció Séneca y su sabiduría: “No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho.”

Yo no estaba perdiendo tiempo en horas; lo estaba perdiendo en el afán, en la urgencia de responder, en la presión constante de seguir el ritmo.

Y entonces entendí que eso que me estaba pasando a mí, también le está pasando a Colombia.

Estamos llegando a 2026 con una ansiedad colectiva que condiciona la discusión pública. Miramos encuestas como si fueran brújula. Medimos quién sube, quién cae, quién grita más fuerte. Convertimos el debate electoral en competencia emocional.

Y empezamos a confundir intensidad con criterio.

Pero en 2026 no podemos volvernos a equivocar. Y el mayor riesgo no es solo político: es la manera emocional en la que estamos decidiendo.

Un país ansioso decide desde el impulso.
Un país que compite todo el tiempo pierde el rumbo.
Un país que improvisa desde la tensión se equivoca.

Séneca escribió: “Ningún viento es favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige.”

Y esa frase le habla a Colombia hoy. Porque este no es un momento para la indiferencia.

No es tiempo de mirar desde la orilla, ni de votar desde la improvisación. Este es el momento de leer más, pensar más, informarnos mejor, debatir con criterio y decidir con conciencia.

Pero eso no nace del ruido. Nace de la pausa.
La claridad, en la vida y en el país, no aparece en medio del grito, sino en el alto. En el silencio que organiza. En el temple que permite comprender antes de reaccionar.

Eso es, en esencia, el estoicismo: no callarse, sino aprender a discernir antes de actuar.

Colombia necesita eso ahora:
No menos debate —sino mejor debate.
No más competencia —sino más dirección.
No más egos en pugna —sino propósito compartido.

Porque, en algún punto, este país empezó a parecer un reality, donde gana el melodrama, donde sobresale el más “sobradito”, donde tiene más fuerza el que triplica “likes” o “repost”, donde el espectáculo sustituye la discusión seria.

Y no, Colombia no es un escenario para medirse en gritos o en circo. Ojo con eso. Este no es un tiempo para acelerar más, ni para decidir desde la rabia, ni para convertir la política en show. Es tiempo de temple. De pausa consciente. De unirnos más y competir menos. Colombia necesita serenidad.

Yo lo aprendí en mi propio ritmo de vida: cuando todo se vuelve tensión, se pierde el centro; cuando todo es respuesta inmediata, se pierde el propósito.
Y entonces reaparece Séneca: “El mayor poder es el dominio de uno mismo.”
Eso es lo que hoy necesitamos como país: lucidez antes que impulso.

Porque el 2026 no debería vivirse como una carrera, sino como una decisión de rumbo. Y ese rumbo no puede elegirse desde la prisa.
Que esta vez, por el bien de todos, no decidamos desde la ansiedad, sino desde la conciencia.

Que no nos gane el espectáculo, ni el ruido, ni el melodrama. Colombia no puede improvisar su futuro. Colombia no puede jugarse su futuro en una tarima. No ahora. No así. El momento exige dirección. Y, quizá, un poco más de estoicismo.

Sí, tal vez, esta vez, nos convenga escuchar a los estoicos, escuchar a Séneca, escuchar al país y aprender a pausar antes de decidir. No para detenernos, sino para no equivocarnos de puerto.

ÚLTIMAS NOTICIAS