Cuidémonos del fetichismo de las encuestas de opinión. Las redes sociales del petrismo tratan de manipular a la opinión con la difusión de encuestas con cifras infladas sobre Iván Cepeda, y con micro sondeos sin fechas, o no recientes, para desmoralizar a sus adversarios.
Sin embargo, el peligro no viene únicamente de la extrema izquierda. Los grupos, partidos y precandidatos del timorato “centro” que le temen tanto a los términos “de derecha” y “extrema derecha”, están cometiendo errores que, si no son corregidos a tiempo, podrían llevar a Colombia a un nuevo gobierno petrista o peor.
Por ejemplo, en plena campaña presidencial, los principales partidos de oposición decidieron dejar el campo libre al candidato de las Farc, Iván Cepeda, hasta el próximo 8 de marzo, es decir hasta dos meses y 23 días antes de la primera vuelta de la elección del nuevo presidente de la República.
Esos partidos parecen no saber quién y qué representa Iván Cepeda o parecen, en el peor de los casos, poco interesados en contarle a los electores más jóvenes quién es el candidato del Pacto Histórico. O esperan hacerlo a última hora, cuando ya sea demasiado tarde.
Le están otorgando semejante ventaja a Iván Cepeda como si nada estuviera en juego. El senador comunista promete instaurar el socialismo más brutal y acelerado en vista de que los esfuerzos del desgastado Gustavo Petro terminaron en un caos general. Cojeando y todo, las principales instituciones de Colombia le impidieron a Petro ir tan lejos como esperaban sus patrones, los dictadores en Caracas, La Habana y Moscú.
Ese éxito minimalista parece haber dormido a la oposición. El partido que decía ser el más organizado y decidido a restaurar la herida democracia colombiana, descartó a su senadora más capaz, le cerró la posibilidad de ser candidata presidencial y puso a otra senadora destacada que un día proclamó que el marxismo tiene cosas buenas y que Marx era un defensor de los derechos humanos.
El CD envió a la senadora Paloma Valencia a buscar una “convergencia” con precandidatos y exministros santistas, progresistas y “de centro” en lo que bautizaron como “la Gran Consulta por Colombia”. Allí los cuatro o cinco precandidatos que ya estaban congregados le dieron la bienvenida y cada uno lanzó su frase optimista. Destacaron la importancia de “trabajar en equipo”, de tener una “visión común”, de “generar resultados”, de ofrecer al país una “alternativa política”. Valencia les prometió alcanzar una “visión compartida”. Pero ninguno osó decir ni propuso el tema de qué valores específicos serían el denominador común de esas bellas intenciones ni cómo atraer a los más de 12 millones de electores necesarios para sacar al petrismo del poder (*).
Ninguno propuso un calendario para abordar sin tardar la discusión crucial: qué metas prioritarias tendrá el candidato que escoja ese grupo, y cómo organizar la ofensiva política nacional para desnudar las intenciones de Iván Cepeda y de la coalición petro-fariana.
Ellos parecen creer que esa actitud es brillante y hasta maquiavélica: que entre más tarde comience la batalla política contra el bloque totalitario será mejor.
Para los inspiradores de esa estrategia lo central es diluir los valores de la derecha genuina en un magma informe negociando con el progresismo hasta el 8 de marzo, fecha en la que sabrán, por fin, quien es el candidato único de la oposición “constructiva”.
En realidad, el país popular, resistente, al menos aquel que luchará como sea para que el petrismo no se perpetúe en el poder, creía que esa profusión de voluntades, de precandidatos y de partidos, tanto progresistas como “de derecha”, llevaría a la aparición de un estrato de líderes que pondría las bases de la defensa del país en los años que vienen. Pero ningún esfuerzo emerge hasta ahora en ese sentido, a sólo 222 días del final del gobierno de Gustavo Petro.
¿Qué discusiones han sido organizadas para discutir y escribir un programa de gobierno?
Ninguna. Aumentan en cambio las dificultades para adquirir un liderazgo y un sistema organizativo combativo. Hay, en efecto, 34 partidos políticos y 91 ciudadanos candidatos, según datos de la Registraduría, que pretenden llegar el próximo 7 de agosto a la Casa de Nariño.
Tampoco hay ideas claras sobre la naturaleza del “centrismo” colombiano. Este no es como el de otros países. Es el resultado de 50 años de violencia comunista explícita y soterrada, no vencida sino por periodos, de subversión lenta de las instituciones, de los partidos, de los sindicatos y hasta de la Iglesia católica. Es el fruto de cientos de asesinatos selectivos que lograron modificar las actitudes de poblaciones y ciudades enteras hacia un espíritu de resignación inconfesado.
¿Con qué criterios esos partidos de “centro” y de falsa derecha van entonces a enfrentar los problemas crónicos? ¿Las soluciones a tan vasta destrucción política, institucional y psicológica requieren respuestas simplistas?
Ante semejante intríngulis los mayores jefes políticos de oposición idearon un recurso: formar grupos de afinidad con precandidatos y someterlos a sondeos abiertos y sin control que decidan quién de ellos debe ser candidato o no, en lugar de permitir que la ciudadanía seleccione mediante su voto del 31 de mayo de 2026 quien va o no a la segunda vuelta. Así, el mecanismo para inventar el mejor candidato de “la Gran Consulta por Colombia” puede convertirse en lo contrario.
¿Qué discusiones han sido organizadas para superar esto? ¿Con qué líneas piensan ellos, en la prensa y en las plazas, alcanzar las mayorías necesarias para sacar al país adelante?
¿Cómo restaurar la autoridad del Estado, cómo reconstruir las Fuerzas Militares y la Policía, cómo salvar las industria extractiva, la agricultura, el comercio, la paz y la solidaridad nacional, cómo reparar la inmensa cantidad de víctimas que crean las bandas narco-comunistas, cómo neutralizar las redes de la narco-política, cómo restaurar la confianza en Colombia ante los aliados diplomáticos, militares y comerciales de Colombia en el exterior? ¿Debemos aplazar todo eso hasta el 8 de marzo?
(*) Según El Nuevo Siglo se necesitan “más de 12 millones de votos” para ganar la segunda vuelta. El potencial electoral en Colombia es de 39.002.239 personas, pero la abstención tradicional colombiana reduce los guarismos definitorios. De acuerdo con la información oficial, aproximadamente 12 millones de colombianos votaron en las consultas interpartidistas del pasado 13 de marzo, que destacaron a algunos candidatos presidenciales.



