Nota de autor: “Manifiesto un profundo agradecimiento a IFMNOTICIAS por defender la libertad y su permanente búsqueda de una Colombia próspera.” Colombia se encuentra en un punto de quiebre histórico. Las elecciones que se aproximan no son simplemente un trámite democrático: son la oportunidad de redefinir el rumbo de nuestra Nación.
Durante décadas, hemos sido gobernados bajo un modelo excluyente y extractivo, como lo describen los estudios sobre por qué fracasan los países. Políticos que administraron el poder como un botín, que frenaron la innovación, que cerraron las puertas al talento y que convirtieron la burocracia en un muro infranqueable.
Ese modelo nos ha dejado una herencia de desigualdad, violencia y frustración. Hoy, más del 50% de los colombianos confiesa que se iría del país, no porque lo desee, sino porque siente que aquí no puede cumplir sus sueños. Esa es la herida más profunda: que la tierra que amamos se convierta en un lugar donde la esperanza se marchita. Pero este momento electoral nos ofrece una posibilidad inédita: iniciar una Revolución Productiva. Una revolución que no se hace con armas ni con discursos vacíos, sino con trabajo, innovación, educación y libertad. Una revolución que convierte a Colombia en un país S.A. donde cada ciudadano es accionista y cada voto es una inversión en el futuro.
El concepto de País S.A. nos recuerda que la Nación funciona como una empresa colectiva. Cada ciudadano aporta con su trabajo, su creatividad y su voto. La ciudadanización es el proceso que convierte esa participación en acción real: ciudadanos que exigen, vigilan y proponen. No podemos seguir aceptando que las decisiones se concentren en élites cerradas.
La ciudadanización implica que las voces de millones de colombianos se conviertan en el motor del desarrollo. La curva de la fe es la confianza que se construye entre instituciones y ciudadanos. No es una fe ingenua, sino una convicción racional de que el país puede habilitar caminos de libertad, innovación y justicia. Cada elección es un punto en esa curva: puede elevar la confianza o precipitarla en la desilusión.
Hoy tenemos la posibilidad de que la curva se incline hacia la esperanza y no hacia el desencanto. La fe no se construye con promesas vacías, sino con resultados tangibles: exportaciones crecientes, empleos dignos, educación de calidad, oportunidades para emprender.
Colombia puede ser un país rico. Alcanzar 200.000 millones de dólares en exportaciones es un objetivo ambicioso, pero alcanzable si entendemos que la riqueza no se crea en los escritorios de la burocracia, sino en los campos, fábricas, laboratorios, aulas y emprendimientos que florecen cuando se les habilita.
Imaginemos lo que significan esas exportaciones: progreso sostenible con industrias que innovan y respetan el medio ambiente; educación accesible que prepara a las nuevas generaciones; empleo digno que fortalece la clase media; paz duradera, porque un país con oportunidades desactiva la violencia. Cada dólar exportado se traduce en más escuelas, hospitales, infraestructura y empleo.
La verdadera riqueza de un país no se mide solo en cifras macroeconómicas, sino en la calidad de vida de sus ciudadanos. Un empleo digno garantiza estabilidad, seguridad social y posibilidades de crecimiento. No podemos seguir aceptando que millones trabajen en la informalidad, sin derechos ni futuro.
La Revolución Productiva exige que cada colombiano tenga acceso a un trabajo que le permita construir su proyecto de vida con dignidad. Pero el empleo digno debe ir acompañado de un fomento decidido al emprendimiento. Colombia está llena de talento y creatividad, pero demasiadas veces ese potencial se ahoga en trámites interminables, falta de crédito y ausencia de apoyo técnico.
El emprendimiento no es un lujo: es la vía para diversificar nuestra economía, generar nuevas exportaciones y abrir mercados. Un país que habilita el emprendimiento multiplica oportunidades: jóvenes creando empresas tecnológicas, campesinos transformando sus productos en agroindustria competitiva, creativos, exportando cultura.
El empleo digno y el emprendimiento son dos caras de la misma moneda: ambos construyen ciudadanía, fortalecen la clase media y generan confianza en el futuro. Son el núcleo de la Revolución Productiva que Colombia necesita para dejar atrás el modelo excluyente y extractivo que nos ha gobernado.
No podemos esperar que el cambio venga solo de arriba. Somos los ciudadanos quienes debemos exigir que el País S.A. funcione con reglas claras, que la ciudadanización sea irreversible y que la curva de la fe se eleve hacia la esperanza. Exigir no es un acto de confrontación, sino de responsabilidad. Es reclamar lo que nos corresponde como accionistas de esta empresa llamada Colombia.
Exigimos las condiciones para ser felices y para construir nuestros suelos en Colombia. Exigimos que el país habilite y no frene, que convierta la riqueza potencial en oportunidades reales. Queremos que Colombia sea el país del sueño colombiano: un sueño distinto al de migrar, un sueño que se vive aquí, en paz y en familia, con prosperidad compartida. La Revolución Productiva es el camino.
Es la decisión de transformar la política en un instrumento de habilitación, no de freno. Es la convicción de que la libertad es el motor que puede llevar a Colombia a convertirse en un país rico, capaz de exportar 200.000 millones de dólares y de traducir esa riqueza en progreso compartido.
La Revolución Productiva no es una consigna: es un proyecto nacional. Es la certeza de que Colombia puede ser un País S.A. de éxito global, donde la ciudadanía es el motor y la fe en nuestras capacidades se convierte en riqueza compartida. Las elecciones que se aproximan son la oportunidad de empezar este cambio. Somos los ciudadanos quienes debemos exigirlo.
La historia no se escribe sola: la escribimos nosotros, con nuestra participación, con nuestra exigencia, con nuestra fe en que Colombia puede ser un país que habilita y no frena. Hoy exigimos que Colombia habilite la libertad y el futuro. Exigimos que se convierta en el país donde prosperar en paz y en familia sea posible. Exigimos que el sueño colombiano sea más fuerte que cualquier desencanto.




