Hoy les escribo con la voz de millones de ciudadanos que sienten el país roto, cansado y golpeado por la violencia. El magnicidio de Miguel Uribe Turbay nos ha dejado una herida profunda y un eco de miedo que se siente en todos los sectores. Sabemos que muchos de ustedes también lo sienten: miedo por alzar la voz, miedo por actuar, miedo por el rumbo incierto que atraviesa nuestra Colombia.
Pero también sabemos que el silencio nunca ha sido camino para cambiar la historia. La desesperanza se combate con valentía, y hoy Colombia necesita de su coraje tanto como de sus ideas.
A ustedes, que ocupan espacios de poder, que influyen en la opinión pública, que jalonean la economía y que representan liderazgos visibles, queremos recordarles que no están solos. Este país necesita que se levanten, que defiendan la democracia con firmeza y que asuman la responsabilidad que les corresponde en esta hora crítica.
Gratitud profunda por lo que han hecho, por lo que siguen haciendo, por las veces en que no se han quedado callados. Gracias por sostener, en medio de tantas presiones, la convicción de saber que Colombia merece un futuro distinto. Hoy más que nunca valoramos esa voz que se atreve a denunciar, a cuestionar y a proponer.
Pero también queremos pedirles más. Que no se rindan. Que no se acomoden. Que no cedan al miedo. Que sean ustedes ejemplo de confianza y esperanza en medio de tanta incertidumbre. Que nos demuestren que es posible hacer política y liderar desde la ética, desde la coherencia y desde el amor por la vida. Y sepan que no les hablamos desde la exigencia aislada: cuentan con nosotros, con nuestro respaldo, con nuestra gratitud y con la certeza de que juntos vamos a sacar adelante a este país.
Que le bajen al ego y aprendan a conversar en medio de las diferencias. Que la ética sea siempre su bandera, que la sabiduría los acompañe y que comprendan que en el diálogo respetuoso está la verdadera fuerza para construir país.
Como periodista, también siento la urgencia de no quedarme callada. Informar no es solo registrar los hechos, es también invitar a reflexionar, incomodar cuando es necesario y recordar que detrás de cada noticia hay vidas, familias y un país entero que merece esperanza. Desde este oficio, que es también un compromiso, me sumo al llamado para que ustedes no renuncien a la responsabilidad que les corresponde, y lo hago también con la certeza de que juntos podemos sostenernos en medio de la adversidad.
Y como ciudadana, comparto el mismo miedo, la misma indignación y también la misma esperanza que hoy recorre las calles. Sé lo que significa vivir con la incertidumbre diaria, con el temor de perder lo que amamos, con la frustración de ver cómo se posterga el futuro que soñamos. Pero también sé que la ciudadanía tiene una fuerza inmensa cuando se une, cuando se organiza y cuando se niega a aceptar la resignación como destino. Desde ese lugar, también los convoco a no fallarnos, y al mismo tiempo les extiendo mi mano para que caminemos juntos.
No olvidemos que la historia de Colombia también se ha escrito con actos de valentía. Hoy, frente a un gobierno sin rumbo, frente a la violencia que pretende silenciar, frente a la fragmentación que divide, ustedes tienen en sus manos la posibilidad de ayudar a reconstruir la confianza ciudadana, y nosotros vamos a ayudarles a que sea posible, y a caminar juntos.
El país los necesita de pie, no escondidos. Los necesita hablando, no en silencio. Los necesita valientes, no resignados.
Que el dolor que sentimos hoy no nos paralice. Que el miedo no sea el que decida por nosotros. Que la esperanza nos recuerde que no estamos vencidos. Vamos a sacar esto adelante.
Con gratitud, con apoyo y con la urgencia de un país que se resiste a perderse,
Una voz ciudadana que se niega a callar.