domingo, julio 27, 2025
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(OPINIÓN) Álvaro Villegas Moreno: el político, el empresario y el hombre. Por: Juan José Gómez

Escribo esta columna con ocasión de haber cumplido el ingeniero Álvaro Villegas Moreno noventa años de luchas, sacrificios y grandes realizaciones en beneficio de Colombia y de sus muy queridas Antioquia y Medellín, a las que ha servido como gobernador y alcalde y en muchas otras actividades que lo hacen acreedor a la admiración y a la gratitud de sus paisanos y de sus copartidarios conservadores.

Lo hago en cumplimiento de aquel acertado consejo que un hombre sabio le dio una vez a un periodista que le preguntó cuándo se debía honrar a alguien que había hecho grandes cosas en beneficio de una comunidad. El consejo fue: “en vida, hermano; en vida, porque después de que se haya ido lo único que le sirve son las misas y oraciones que se digan por su alma”

En mi ya larga existencia he tenido ocasión de estar cerca del ingeniero Álvaro Villegas en varias ocasiones, pero con mayor proximidad durante cuatro de ellas. Por eso solo escribo lo relacionado con esas aproximaciones, advirtiendo a mis lectores que la información completa y detallada sobre la vida y sobre todo sobre la obra de este antioqueño epónimo se encuentra en el libro “Secretos de un Líder” en el cual el eminente periodista Germán Jiménez Morales extrajo con genuina maestría hasta la última gota de información relacionada con este ejemplar y valiente ingeniero, combatiente, político y gobernante.

Era yo un joven luchador que apenas acababa de obtener mi cédula de ciudadanía que en ese tiempo solo se expedía a quienes hubieran cumplido 21 años, cuando tras duras luchas había alcanzado la posición de presidente del Directorio Municipal Conservador de Girardota, que a su vez ocasionó que fuera nombrado miembro de la Comisión de Evaluación de Oficios por la Asamblea Departamental, siendo Octavio Arizmendi gobernador de Antioquia y Álvaro Villegas secretario de Hacienda.

Tuve la fortuna de atender una solicitud presentada por él a la comisión de la que yo hacía parte, consistente en la reclasificación del personal de su Secretaría. Me convertí en promotor de esa reclasificación porque no solo era conveniente, sino justa y benéfica, ya que incidía en el aumento de las asignaciones salariales de todos los funcionarios.

En esa labor participaron decididamente mis compañeros en la comisión, el otro representante del conservatismo y uno de los dos del liberalismo. (Eran los tiempos del Frente Nacional y de la paridad). El favorable resultado causó gran satisfacción al secretario de hacienda y mereció la gratitud de los funcionarios de esa importante dependencia.

Meses después, teniendo en cuenta que por insuficiencia de recursos económicos necesité suspender mis estudios, le pedí ayuda al doctor Villegas y él generosamente me la concedió, primero nombrándome funcionario del Juzgado de Ejecuciones Fiscales del Departamento y después como jefe de bienes muebles de la División de Bienes Departamentales, ambas dependencias de la Secretaría a su cargo.

En esos empleos, que por decisión del doctor Álvaro me acercaron al propio gobernador Arizmendi y al Secretario de Hacienda, tuve oportunidad de conocer mucho la personalidad de mi superior. Era un verdadero ejecutivo y un profesional creativo, un trabajador formidable dotado de un talento sobresaliente. Grande era su orgullo de ser antioqueño y conservador y había en él un sentido de la rectitud y de la equidad que caracterizaba todas sus decisiones administrativas.

Le dolían las necesidades ajenas y hacía cuanto estaba en su poder por remediarlas. Era severo con sus subordinados, pero siempre justo, y cuando las circunstancias lo obligaban a amonestar a un funcionario o a sancionarlo por una falta grave que hubiera cometido, se las arreglaba para hacerlo de una manera que no humillara u ofendiera al culpable.

En los meses siguientes aprendí mucho trabajando bajo la dirección del doctor Villegas. Entre las actividades que él me confiaba, estaba la de viajar con frecuencia a Bogotá, especialmente para mantenernos al tanto de como avanzaban los trámites correspondientes a los aportes nacionales que le correspondían a Antioquia tomados del presupuesto nacional. Lamentablemente, para mí, este interesante trabajo no duró tanto como yo hubiera deseado, ya que el Gobernador le pidió al doctor Álvaro que pasara a la gerencia del IDEA, lo cual aceptó y pocos días después terminó este primer contacto con él.

Hacia septiembre de 1971 el doctor Villegas fue nombrado Alcalde de Medellín, sucediendo en el cargo al médico Ignacio Vélez Escobar. Una vez más tuve oportunidad de tener un segundo contacto con él, digamos que indirectamente, pero siempre bajo su sombra. Las cosas ocurrieron así: desde 1969 Medellín había adquirido un importante compromiso internacional de celebrar en 1972 la Séptima Conferencia y Exposición Mundial de Orquideología, organizada por la Sociedad Colombiana de Orquideología presidida por doña Helena Baraya de Ospina, esposa del senador antioqueño Mariano Ospina Hernández.

De esta dama fui nombrado por la junta directiva de la institución inmediato colaborador en la dirección de la organización al evento, cargo que desempeñó simultáneamente con el de directora de Turismo y Fomento, para el cual la nombró el alcalde Villegas, con el fin de que pudiera utilizar todos los recursos del municipio de Medellín a efectos de que la conferencia y exposición fueran un gran éxito de promoción turística de la capital paisa, Antioquia y Colombia.

Desde las oficinas de turismo del antiguo Palacio Municipal de Carabobo, actual Museo de Antioquia, durante unos meses muy productivos creamos un competente equipo interdisciplinario y gracias a la dedicación y talento de sus integrantes, bajo la dirección de doña Helena y el patrocinio y orientación del alcalde Villegas pudimos obtener el que sin duda fue el primer triunfo internacional de la ciudad en materia de organización de ferias y congresos, que abrió paso al posicionamiento de la capital antioqueña como destino turístico de clase mundial.

Originalmente, se había pensado que el entonces edificio a medio construir que era el Palacio de Exposiciones, hoy Plaza Mayor, sería el lugar indicado para ser la sede de ese evento. Pero consultados los expertos fueron unánimes en decir que con los retrasos ya ocurridos y con las dificultades financieras por las que atravesaba la obra no estaría lista para la fecha.

A uno de los organizadores, Mauricio Arango Santamaría, se le ocurrió que la solución sería adecuar el antiguo bosque de la Independencia y así se lo dijeron al alcalde Villegas, quien de inmediato contactó a la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, que aceptó participar junto con el Municipio, la Sociedad Colombiana de Orquideología y el Club de Jardinería de Medellín y fue así como se constituyó la Fundación Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, donde efectivamente se realizó el gran certamen de orquideología en abril de 1972, con una asistencia de más de dos mil participantes de todos los continentes, (62 delegaciones, 16 paises) lo que puso a Medellín en el mapa turístico del mundo.

De ahí que el nombre de Álvaro Villegas Moreno esté íntimamente ligado con el de la señora Helena de Ospina y en alguna medida al de Óscar Uribe Londoño, el alcalde que sucedió a Villegas, a la extraordinaria obra de haber iniciado y fortalecido el proceso de hacer de Medellín una ciudad turística de proyección internacional, a lo cual también contribuyó la presencia de cientos de jóvenes de ambos sexos procedentes de muchas regiones colombianas y de países extranjeros que se congregaron durante tres días en el famoso y por algunos cuestionado el festival de Ancón celebrado en el sur del valle de Aburrá en jurisdicción del municipio de La Estrella, pero en terrenos del municipio de Medellín prestados por el alcalde Villegas a la muchachada antioqueña que organizó el festival bajo la Dirección de Gonzalo Caro Maya “Carolo” con la colaboración inicial de Ricardo “Cancho!” Echeverri. En síntesis, bien puede afirmarse que Álvaro Villegas Moreno fue el alcalde que le abrió las puertas al turismo de Medellín y de Antioquia.

Después de haberse retirado de la Alcaldía. Él pasó a dirigir una empresa de ingeniería propia, Concretodo, de donde salió poco tiempo después para hacerse cargo de la dirección general del hospital San Vicente de Paúl que por entonces se hallaba a punto de cerrar por graves dificultades económicas, en gran parte ocasionadas por un mal manejo administrativo.

En el desempeño de ese cargo, el doctor Villegas “se lució” como suele decirse en Antioquia, ya que no solo salvó al hospital, sino que a través de una Fundación que constituyó saneó sus finanzas y de alguna manera dejó asegurado su porvenir. Al concluir su importante labor, se dio cuenta de que tras su paso por la Alcaldía le había cogido gusto a la política y al servicio público y a hacer política conservadora se dedicó, no solo porque lo llevaba en la sangre sino porque a juicio de muchos de sus amigos y copartidarios la situación de su partido, por entonces dominado por J. Emilio Valderrama, no le parecía acertada.

Como resultado de su vinculación al Directorio Conservador, por entonces presidido por el médico Vélez Escobar, el doctor Villegas no solo organizó una victoriosa campaña electoral en Medellín y en el departamento, sino que paso a paso, pulso a pulso se ganó la jefatura del sector mayoritario del partido, lo que le valió ser nombrado para su primera Gobernación de Antioquia por el presidente Turbay Ayala; lo mismo que posteriormente senador de la República, presidente del senado y del Congreso Nacional y presidente del Directorio Nacional Conservador.

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