jueves, noviembre 13, 2025
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(OPINIÓN) A ti, Cristina. Por: Carolina Restrepo Cañavera

Conozco a Cristina Lombana desde hace más de treinta años. La conocí cuando apenas soñábamos con lo que queríamos ser, cuando el Derecho era para nosotros una promesa de justicia y no un campo de batalla. Desde entonces supe que Cristina no era una más. Que detrás de su voz tranquila había una fortaleza que no necesitaba gritar para imponerse.

La he visto enfrentar lo que pocos resistirían: el peso de los juicios, la presión del poder, la soledad de las decisiones que no se pueden compartir. Y la he visto hacerlo con una entereza que no se aprende: se nace con ella.
Cristina no se quiebra. No se vende. No negocia sus principios. Y por eso incomoda. Porque en un país donde el cinismo se volvió estrategia, la rectitud resulta peligrosa.

Hoy, cuando oí lo ocurrido en la W Radio, sentí vergüenza ajena. Vergüenza de ver a un ministro, Armando Benedetti, convertido en agresor, usando el poder del micrófono para intentar humillar a una magistrada de la Corte Suprema de Justicia . A una mujer que ha servido a la patria con honor. A una persona que ha enfrentado sola el desprecio, las calumnias y los ataques sin responder con una sola palabra fuera de lugar.

No se puede permitir que el poder político pisotee la dignidad de la justicia. No se puede normalizar que un funcionario del Gobierno se refiera con desprecio a una magistrada de la Corte Suprema de Justicia. Porque cuando se pierde el respeto por los jueces, se derrumba el Estado de derecho.

Cristina no necesita que nadie hable por ella. Pero quienes la conocemos desde la juventud tenemos el deber de hacerlo, no por amistad sino por gratitud. Gratitud por representar, incluso en medio de la tormenta, lo mejor que el Derecho puede ser: una vocación de servicio, una defensa de la verdad, una fe en la justicia que no se apaga.

En un país donde tantos ceden ante la presión, ella sigue firme. Donde tantos callan por miedo, ella habla con serenidad. Donde tantos usan la toga para protegerse, ella la lleva como símbolo de responsabilidad.

Cristina, te admiro profundamente. Por tu fortaleza serena, por tu temple silencioso, por tu dignidad inquebrantable. Y también porque sé, como pocos lo saben, lo que duele mantener la rectitud cuando todo alrededor se tuerce.

Que el país entienda esto: no estás sola. Detrás de cada ataque hay cientos de voces que te acompañan en silencio, no porque teman hablar, sino porque saben que tu ejemplo ya habla por todos.

Porque en ti, en tu coraje sin ruido y tu decencia sin aspavientos, todavía vive la idea más pura de la justicia.

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