sábado, abril 26, 2025
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Moravia transforma sus pasos (PARTE I): de callejón oscuro a escaleras que conectan

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Por las calles estrechas de Moravia, en el norte de Medellín, se siente la respiración agitada de cada uno de sus habitantes. El aire huele a pintura fresca, a tierra mojada y a esperanza. Se contrastan las angustias por las alegrías, el color salta desde los muros, se trepa por los andenes y se enreda en las voces de quienes caminan por lo que ahora se llama “Escaleras Oasis Tropical”. Lo que antes era un callejón oscuro y peligroso, un lugar olvidado y usado tal vez como «depósito de basura», hoy conecta vidas y sueños.

Moravia es un barrio nacido de la autoconstrucción, habitado por familias desplazadas por la violencia provenientes de todo el país, que encontraron aquí un refugio y un lugar para rehacer sus vidas. Aunque durante décadas fue conocido por albergar el antiguo basurero de Medellín, no todo el barrio lo fue. Moravia está compuesto por cuatro sectores: el Morro de Moravia (Antiguo Basurero), Moravia Central, El Bosque y El Oasis. El lugar donde se desarrolló esta transformación no está en el antiguo botadero, sino en el sector Oasis.

Son 42 hectáreas comprimidas en apenas medio kilómetro cuadrado, de las cuales solo siete corresponden a la montaña artificial de residuos. Esta distinción es clave para entender la complejidad de su tejido urbano y el potencial de sus transformaciones.

El cambio que hoy se vive allí no empezó con máquinas. Inició con una coincidencia, sí, así como cuando la magia ocurre. Albert Kreisel, un arquitecto alemán, llegó a Moravia por casualidad. No hablaba español, pero sentía que allí latía fuerte su corazón. Caminaba por las laderas tratando de entender, de conectar, de buscar cómo sumar. Y lo hizo.

Albert fue llamado inicialmente para realizar una investigación sobre cómo funcionaba este barrio, qué se sentía vivir allí. Pero lo que empezó como un estudio se convirtió rápidamente en un compromiso de vida. Kreisel invitó a dos colegas, Tobias y Max, también arquitectos alemanes. Los tres se enamoraron del territorio y decidieron que no se irían sin dejar una huella transformadora.

Escucharon a sus habitantes, oyeron sus sueños, sus preocupaciones, y entendieron una verdad profunda: los niños no podían jugar afuera, pasaban sus días frente a pantallas porque el territorio era peligroso, intransitable, sin espacios para el esparcimiento ni la educación. No había colegios ni talleres, ni parques seguros. Había abandono, pero también un sueño latente en cada mirada.

La comunidad ya había soñado con una transformación, pero los recursos eran escasos, el conocimiento para buscar aliados, limitado. Aun así, sus anhelos fueron el punto de partida. El llamado fue escuchado.

Con el proyecto Escuela de Primavera, junto a la iniciativa Medellín Urban Lab 17 Berlín, los tres arquitectos empezaron a gestar lo que hoy es el Proyecto Cultural Oasis Urbano, una apuesta por crear espacios de ciudad desde la voz y necesidad de sus habitantes, no desde intereses políticos o temporales. Querían que fuera para siempre.

Fue entonces cuando entendieron que la escalera que conecta a Moravia con el sector Oasis Tropical podía ser algo más que una subida dura. Podía ser un símbolo, un ejemplo.

“Antes era un callejón oscuro, hoy se ha convertido en un verdadero oasis”, dicen sus habitantes. “Cuando llovía, era horrible ese camino… soñábamos con terminar las escaleras. Y de verdad, no lo pensamos: lo logramos”.

En solo tres semanas, con la fuerza de estudiantes, voluntarios, vecinos, artistas, instituciones, empresas y líderes comunitarios, nacieron 101 nuevos escalones, firmes, seguros, rodeados de murales, plantas, bancas y luz. Luz de paneles solares, sí, pero también luz de comunidad.

Un grupo de 20 líderes comunitarios, 15 estudiantes alemanes y colombianos, y un equipo de 6 profes de ambas ciudades, fueron claves para tejer un nuevo sueño en Moravia, sus escaleras. Además, 60 estudiantes del grado 10 y 11 de la I.E Fe y Alegría, Luis Amigó, y 50 voluntarios de Medellín, lograron lo imaginable.

Además de la intervención física, el proyecto visibiliza un modelo replicable de trabajo colaborativo entre actores diversos, fortaleciendo la idea de que las soluciones a los retos urbanos pueden surgir desde abajo, cuando se articulan la comunidad, la academia, la sociedad civil, las empresas y el Estado.

Albert, Tobias y Max no fueron los únicos extranjeros en enamorarse de Moravia. Con ellos llegaron estudiantes y profesores de la Universidad Técnica de Berlín. Ciudadanos alemanes participaron de este movimiento social y urbano, generando diálogos sobre la importancia de estrategias urbanas participativas.

La intervención fue posible gracias a una coproducción internacional entre la Universidad Técnica de Berlín, la Universidad Pontificia Bolivariana, empresas como Argos, Tronex, Pintuco, la Fundación Pintuco, y, sobre todo, la comunidad de Moravia.

Durante el proceso, hubo carnaval cultural, arte en las calles, talleres con niños, y muchas manos mezcladas en cemento, pintura y conversación. También se transformó el parque lineal La Bermejala, que hoy es un espacio de encuentros, de talleres populares, de sueños que ya tienen donde echar raíces.

Sus líderes y habitantes resaltan que, lo más importante del proyecto es que fortaleció las capacidades de la comunidad. Fue una tribu, una red de apoyo entre el sector público, privado, la academia y la sociedad civil. Demostramos el potencial del trabajo colaborativo”.

En la próxima entrega: los efectos, los aprendizajes y las nuevas semillas que ya están germinando en este barrio que se rehúsa a ser reducido a su pasado. Una transformación que sigue latiendo.

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