Marco Aurelio, emperador de Roma entre los años 161 y 180 d.C., es ampliamente reconocido como el último gran filósofo estoico de la Antiguedad. Nacido en una familia patricia en el año 121, fue también el último de los llamados “Cinco Buenos Emperadores”, una denominación acuñada por el historiador británico Edward Gibbon. Desde los doce años inició su formación filosófica, que culminó en una profunda adhesión al estoicismo, escuela de pensamiento que marcaría su vida pública y privada.
El estoicismo fue fundado en Atenas hacia el año 301 a.C. por Zenón de Citio, un comerciante de origen fenicio establecido en Chipre. Influido por pensadores anteriores como Sócrates, el estoicismo sostenía que el bien verdadero no reside en la riqueza o el prestigio, sino en la virtud y en vivir de acuerdo con la razón. Bajo esta perspectiva, las adversidades externas carecen de valor intrínseco y no deben perturbar la paz interior del individuo.
Con el tiempo, esta doctrina se extendió desde Grecia hasta Roma. Varios líderes romanos fueron instruidos por filósofos estoicos. El emperador Nerón fue discípulo de Séneca, uno de los pensadores más representativos del estoicismo romano. No obstante, Marco Aurelio fue quien recibió la formación más completa en esta corriente filosófica. Según el autor Donald Robertson, sus padres consideraban que la lógica y la ética estoicas serían útiles para su futuro como dirigente. Con el tiempo, el estoicismo se convirtió para él en una herramienta clave para enfrentar las múltiples crisis que vivió durante su mandato.
El pensamiento estoico ha trascendido su época. Inspirados en Sócrates, los estoicos resaltan la idea de que las emociones humanas están determinadas en gran parte por las creencias. Esta concepción fue recuperada por psicólogos modernos como Albert Ellis, pionero de la terapia cognitivo-conductual, quien citaba con frecuencia al filósofo Epicteto, “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que pensamos sobre ello”. Una versión similar de esta frase aparece en las Meditaciones de Marco Aurelio.
La vigencia del estoicismo como filosofía práctica y su influencia en la ciencia psicológica contemporánea demuestran que los principios elaborados hace más de dos mil años siguen ofreciendo herramientas para comprender y afrontar las dificultades del presente.
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