domingo, octubre 19, 2025
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Luz Yaryt Mazo: “Hacer teatro es como vivir la vida misma”

Por: Óscar Jairo González Hernández

¿Qué tensión de la intención y qué necesidad lo llevaron e hicieron realizable su participación y su intervención en “Frankenstein: La herencia oscura”? La pregunta sobre el devenir de los hechos y/o situaciones que se nos presentan en la vida, a menudo son envueltos por un halo de cercanía y semejanza con las ideas que resonamos.

Así fue mi acercamiento a Mary Shelley, un personaje que apareció en un momento declive de la pandemia y que trajo consigo planteamientos y cuestionamientos fundamentales en el papel de la mujer hacia sí misma y lo que circunda su esfera: personal, social, política, holística… Su presencia es transformadora y como herramientas que me han permitido dialogar con ella, se ubican el trabajo previo experimentado con el cuerpo (danza) y la voz (canto).

¿En qué escena, en qué momento se sintió más realizado, más concentrado y más dimensionado en el desarrollo de su personaje y por qué? Interpretar un personaje como Mary Shelley sigue siendo un desafío cada vez, afirmar que es una impresión donde perciba una actuación realizada aún me resulta ambicioso. Sin embargo, podría afirmar que las siguientes escenas del primer acto que me conmueven: “Dónde se han ido, las viejas caras familiares”. Tuve una madre, pero murió y me dejó murió prematuramente un día de horrores todas, todas se han ido, las viejas caras familiares. Es mi destino arruinar todo a lo que me acerco”.

La pregunta por la presencia del otro y lo otro en nuestras vidas, el rol de la madre y los efectos de transitar los pasajes de nuestra existencia en un inevitable olvido, a menudo cíclico y progresivo. ¡Coro, Mary e Isabel! “¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántese todas las que tengan corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua, lágrimas o sangre! Digan con firmeza: No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes, nuestros maridos no llegarán a nosotras en busca de caricias y aplausos apestando a matanzas.

No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotros, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otros países como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos.

Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice: ¡Desarma! ¡Desarma! La espada del asesinato no es la balanza de la justicia, la sangre no limpia el deshonor ni la violencia es señal de posesión” Este coro está lleno de potencia y valor, es una escena donde siento que el personaje me impregna de un carácter especial.

¿Qué gesto, alcanza a desarrollar usted con más relevancia en las mediaciones o intervenciones de su personaje, desde dónde se sintió arrebatado o fuera de sí? Identifico dos momentos, el primero hace referencia a la pesadilla, donde Mary sostiene un diálogo circular con Isabel, su autómata; aquí el texto siempre va adquiriendo un color diferente al igual que el cuerpo. Y, en segundo lugar, donde Mary revive a su hijo fallecido, mediada por el fuego y el canto, es una escena que encuentro solemne.

¿Dónde o en qué momento comienza usted a interiorizar el personaje, y en qué momento lo exterioriza, lo muestra, lo evidencia como vivido o no le interesa esta matemática relacional del teatro? Mi kilometraje en términos de actuación es joven aún, considero que soy actriz en formación, en revisión.

Lo que sí puedo resaltar es que hacer teatro es como vivir la vida misma, es real, vertiginoso, reflexivo, cargado de adrenalina y poder. Siento que empecé a interiorizar el personaje desde su desarraigo social, desde la necesidad de elevarse ante el sometimiento y una libertad personal ante la soledad. Y, por otra parte, que se exterioriza en esa voz que se va tomando más cuerpo en el Acto II y III.

¿Del libro de Mary Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo, qué le fascinó, le poseyó, le perturbó, en su totalidad teatral, indicárnoslo y por qué? En general, la capacidad y la vehemencia de los personajes en ofrendar la vida a una causa, en buscar la grandeza y la inmortalidad del ligero pasaje de la existencia; hacerlo a partir de la creación, del despojo, de lo errante, de la búsqueda permanente y verse finalmente abocados ante el vacío.

Resalto el siguiente pasaje del texto: “Frankenstein es el minucioso relato de un científico que se entrega con ‘fervor sobrehumano’ a investigar el origen de la vida. Su curiosidad lo obligará a acercarse a la muerte. Su determinación le costará el alma. Gracias a su conocimiento y a un trabajo ‘increíblemente fatigoso’, Frankenstein descubre el modo de generar la materia inerte, de crear vida” La sensibilidad romántica de Mary, las influencias de su padre, los conocimientos científicos del momento… entre otras cosas, le dan surgimiento a una idea que se trasluce en vida a través de la criatura.

¿Para usted, qué es lo nuevo en la dimensión y estructura de la propuesta teatral, de la estructura teatral de este Frankenstein y de su personaje y por qué? La visión humana de la criatura, que no es entregada desde un ángulo o una monstruosidad aparatosa, sino desde su propia naturaleza humana, desde su constructo de humanidad.

“El hombre está salvo por el hombre, la mujer está salva por la mujer”. El aspecto enfático de la mujer como fuerza creadora. Recuperar la historia y hacerse cargo de su poder, de su ingenio.

¿En la perspectiva de la historia, de su historia, en el teatro, qué ha significado, qué significará, en su vida como actor (actriz) y para qué, dónde se extraía o no su sueño frankensteiniano?

En el camino que voy trazando, considero la búsqueda permanente como una forma de habitar nuevos mundos, de preguntar y vivir, de perderme y encontrarme.

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