Por: Óscar Jairo González Hernández
Cada movimiento de formación, tiene y se caracteriza por una intención en relación con una tensión, que son las pruebas y los elementos de la demostración de lo que se busca realizar y de lo que una tentativa en este sentido y estas perspectivas se propone y se insta a instalarse y radicarse en el carácter formativo.
Y es evidente, para este proyecto, que la formación, esta exterior e interiormente propuesta desde las estructuras relevantes y reveladoras de la pluralidad, del holismo y de las mezclas de toda naturaleza y toda índole, como un rizoma; y ese será uno de sus principios básicos y esenciales, para propiciar la reflexión sensible, racional, crítica e histórica de lo que llamamos la construcción de lo humano, del sentido de lo humano, desde métodos y técnicas de esa formación, que se diseminara desde las artes, las ciencias, y lo humano (“Yo humano”, Osamu Dazai), o lo tecnohumano, como intención y tensión del deseo, el interés y la necesidad, de la formación, de cada uno en la membrana misma del sentir y la inclinación por la manera de hacer mundos.
Nuevos mundos del ser y del hacer, en una dimensión estética de la vida, en la concentrada densidad de lo nuevo, como una intersección. Y la vida como mediadora de lo que hace cada uno en esa tarea, de mantener y sostener la vida, como fundamento de la inmersión humana, con todas sus inquietudes y sus insondables secretos, en la medida de lo que se proyecta o se pueda proyectar desde allí, como una manera de construir las ciudades tentaculares del futuro y los ciudadanos del conocimiento de ese futuro, en lo que sería la ciudad y el ciudadano que realiza y desarrolla una tentativa absoluta o unas tentativas absolutas de ser transparente en aquello, que como esteta desde el conocimiento provoca y hace eclosionar, basado en unas construcciones nuevas.
Proponer, presentar y proyectar, esas nuevas condiciones y características de la formación, será base esencial, de Los vasos comunicantes (André Breton), que llevarán a su máxima exaltación y excitación los movimientos de la vida misma. Todo lo que nos hacemos interesa, es lo que nos forma, forma de una manera, una estructura indestructible en la conciencia, porque es la conciencia estructurada (no racionalizada, sino sensibilizada) la que nos forma la membrana sutil de la misma, por lo que al tener una conciencia sensible y racional, está se mueve hacia la provocación de una conciencia histórica, sensiblemente estética, que es la que buscamos que como y en la vida, nos pueda mantener y sostener: Mantener en lo insaciable.
Y sostener en lo saciado. Tenemos que vivirnos en lo insaciable que nos sacia, o llena, pero que de la misma forma nos vacía. Y nos llenamos de sí, del otro y de la naturaleza melancólica del yo, y de nuevo somos vaciamos, como la relación inextricable de la muerte y la vida. Grabar en el libro de la vida, las intensidades que nos exceden.
Como a aquellos que nombran, el vértigo en la videncia de sí mismos. Real transparencia en la relación con los otros, que destruye el obstáculo de la duda, desde lo que somos, desde lo que hacemos. Extracción y excavación, serán su naturaleza.
Comunicar, estará en la membrana misma de la tarea de este proyecto, para construir y transformar la naturaleza de la realidad, intencionando, como causa y consecuencia la formación y la transformación de las estructuras de unas nuevas maneras de comunicarnos, o sea, de tratarnos, entre nosotros mismos, en la formación de ciudadanos y construcción de ciudad.
