En Colombia, hay momentos en que la política parece teatro. En época electoral, no faltan los discursos donde muchos se visten con el ropaje simbólico del heroísmo, se rasgan las vestiduras, hablan de defensa, patria y valor, y buscan apropiarse de la imagen del soldado como estandarte moral. Pero detrás de la retórica vacía, hay una realidad que no puede ser ignorada: las verdaderas reservas de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, esas que sirvieron con disciplina y sacrificio, han despertado. Sí, despertaron a un león dormido.
Durante muchos años, la clase politiquera en Colombia ha utilizado a las reservas como un simple grupo poblacional de utilidad meramente electoral. Es una práctica recurrente: homenajes, promesas, almuerzos conmemorativos y discursos en plazas de armas que se repiten cada cuatro años. Pero cuando pasa el fervor electoral, vuelven el olvido y el silencio. Esta manipulación ha sido posible, en parte, por la complicidad (a veces pasiva, a veces estratégica) de ciertos líderes dentro del propio sector, aunque no de todos. Sin embargo, desde 2022 hasta hoy, ha quedado claro que algo ha cambiado para siempre.
El inconformismo de las reservas ha sido palpable en múltiples movilizaciones y concentraciones en todo el país. Las expresiones de protesta y rechazo frente a las políticas del gobierno actual, especialmente frente al llamado proyecto de “paz total”, reflejan un descontento profundo. No se trata de una oposición al ideal de paz, sino a la forma en que se ha ejecutado: entregando beneficios a tutiplén, a grupos armados ilegales, mientras se ignora a quienes verdaderamente han defendido la Constitución.
Este descontento ha cristalizado en una decisión política crucial: romper con los partidos políticos tradicionales. La frase que más se escucha en estos espacios es clara: “No queremos seguir cargándole la maleta a ningún político de partido”. Por eso, hoy las reservas avanzan hacia un proyecto político independiente de cara a las elecciones de 2026. Un proceso que busca dignificar a sus integrantes y darles voz propia en las instancias de poder.
EL DESPERTAR POLÍTICO DE LAS RESERVAS EN COLOMBIA DE CAMINO AL 2026.
Pero para entender este fenómeno, es importante aclarar conceptos que suelen confundirse. En primer lugar, la Ley 1979 de 2019, conocida como la Ley del Veterano, define como veteranos a los miembros de la Fuerza Pública que han sido pensionados por invalidez, que tienen asignación de retiro, ostentan la distinción de “reservista de honor”, han participado en conflictos internacionales, o han sido víctimas del conflicto armado mientras estaban en servicio activo.
Por otro lado, están los reservistas de primera clase, definidos por la legislación colombiana como los varones que han prestado servicio militar activo por un período mínimo de seis meses continuos y que, al momento de ser licenciados, no presentan inhabilidades absolutas permanentes. También se incluyen quienes han prestado servicio militar en países con los cuales Colombia tiene convenios bilaterales. Este grupo ha estado históricamente invisibilizando y excluido de los beneficios que reciben otros sectores de la fuerza pública, pero hoy reclama su lugar.
Actualmente, existen casos de veteranos que han accedido a cargos de elección popular, como el senador Carreño o el gobernador de Santander. Sin embargo, es importante subrayar que estas figuras no llegaron al poder como representantes de las reservas, sino como parte de estructuras partidistas tradicionales. Lo que hoy se está construyendo es algo distinto: un movimiento político auténtico, surgido desde la base de los reservistas y veteranos, con líderes propios, valores institucionales y sin tutelaje de los partidos tradicionales.
A lo largo y ancho del país están surgiendo asociaciones y plataformas que, sin ánimo de confrontación interna, están sentando las bases para una representación legítima, unificada y sólida. Las reservas están dejando atrás el papel de fuerza de apoyo electoral, para convertirse en una alternativa política con capacidad de decisión, organización y propuestas concretas.
Este proceso merece ser observado con seriedad por la sociedad colombiana y la comunidad internacional. Las reservas no están motivadas por el resentimiento ni por la nostalgia. Están guiadas por un deseo legítimo de participación, de justicia histórica y de reconocimiento. En un país donde tantas veces se ha tergiversado la lealtad y el sacrificio, hoy emerge una voz que reclama con firmeza su derecho a ser parte del destino nacional.
Es momento de que Colombia escuche. No con condescendencia, sino con respeto a quienes un día portamos el uniforme de las diferentes fuerzas y las armas de la República, juramos lealtad a la bandera y hemos cumplido fielmente el estribillo de nuestra oración patria; “y llegado el caso, morir por defenderte”
Honor y gloria a los activos, Paz y descanso eterno para quienes en este largo conflicto fratricida han caído defendiendo la paz, la seguridad y la soberanía nacional.