“Creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que viendo no ven bien” – José Saramago.
El comportamiento, actuaciones y desequilibrios del adicto afectan todas las instancias de su vida y hacen daño a todo aquello sobre lo cual tiene obligaciones y responsabilidades. La negación al reconocimiento de una adicción es uno de los problemas más graves que pueden afectar al ser humano y a una familia, generando las complejidades propias de la codependencia.
Lo mismo le ocurre a una Nación donde la conducción del Estado cae en manos de un adicto, pues los líderes de las demás instituciones, sus copartidarios, subordinados y opositores, si se dejan, pasan a ser codependientes supeditados a las consecuencias de todos los actos del vicioso.
No se trata de moralismos, pero cuando el lastre y la carga superan la capacidad de flotabilidad, se hunde el barco, y eso le pasa a nuestra democracia. Elegimos Presidente a un adicto, que piensa, obra, actúa, crea escándalos, reacciona, anda, habla, disparata, prevarica, reniega y resiente como adicto, y que siempre miente y se vale del engaño para justificarse.
Entonces la pregunta para las cortes y el parlamento y los entes de control y vigilancia es: ¿Por qué si un piloto vuela un avión estando drogado, o un conductor de bus de pasajeros o de colegio maneja borracho, lo examinan, lo echan de su trabajo y es enjuiciado penalmente, o si un médico que opera estando drogado, pierde la licencia y el trabajo, y si cualquier otra persona que no cumple con sus obligaciones en pleno uso de razón al estar ebrio, narcotizado, alucinando o enajenado mentalmente, tiene que renunciar o lo echan.
¿Y si el presidente de toda una Nación “hace su trabajo” bajo el efecto del alcohol o las drogas, por qué no le pasa nada?
Si Petro pilotea un avión que lleva 50 millones de pasajeros y toda la economía del país, ¿no cabrá dentro de la norma mandarle a hacer una prueba psiquiátrica, de droga y alcoholemia como a cualquier conductor? ¿Será que la adicción a estar bajo la influencia de sustancias que alteran la mente y enajenan la razón, no aplica dentro de la causal de enfermedad e incapacidad física permanente a que se refiere el artículo 194, que no aplica la indignidad por mala conducta del artículo 175, y estará tan fletada la comisión de acusaciones que prefieren prevaricar ignorando la evidencia que tipifica el artículo 109 de la Constitución?
Desde que Petro era Alcalde de Bogotá, se comenta que tiene un grave problema de adicción al alcohol y a sustancias alucinógenas. Lo saben quienes viven, trabajan y se relacionan con él, sus copartidarios y detractores y muchos otros que también han sido viciosos y lo apoyan. Lo han sabido siempre los servicios de inteligencia, y así y todo se le permitió ser Alcalde, Senador, candidato, incendiar el país en 2021 y luego ser Presidente, sin que le pasara nada.
Entonces ¿De quién es el problema? ¿Es de los gringos? ¿Es solo de Petro, su familia, sus amigos, su corte de serviles funcionarios, camaradas y de los otros adictos que comparten y alcahuetean la irresponsabilidad de su demencial insensatez e incompetencia?
Parece que se trata de un grave problema generalizado de codependencia de toda la sociedad, donde unos roban y hacen trampa, otros se parrandean el erario, muchos callan temerosos y la gran mayoría sufre las consecuencias de permitir y sostener la conducción del destino de una Nación en manos de un adicto, mucho más, en un país inundado de tolerancia con la violencia que se genera a partir del el narcoterrorismo y todo tipo de ilegalidades.
Mientras la estrategia de Petro es crear escándalos para ir consolidando la destrucción sistemática de todo lo lícito, son ineludibles las responsabilidades legales de funcionarios públicos y éticas de los gremios, pues tienen el deber de oponerse y evitar que nos siga gobernando una mente perversa llena de vicios, complejos y afectaciones.
Colombia no tiene futuro mientras nuestros políticos sigan adictos al poder y a tratar de negociar impunidad con el crimen organizado bajo la utópica retórica de la tal paz que les genera codependencia y complicidad con el delito y la violencia.
Si queremos ser libres, tenemos un problema más grave que debemos resolver de inmediato, no solo es Petro, sus adicciones, su ideología revolucionaria y su complicidad con organizaciones y gobiernos narcoterroristas, es nuestra negación de la ilegalidad y codependencia como sociedad ante los múltiples efectos nocivos de la cultura de la droga y de la ilegalidad.