sábado, mayo 24, 2025
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Juan Camilo Gil Suárez: “Diría que me nutro mucho desde la narrativa de las historias entre las personas y las flores”

Por: Óscar Jairo González Hernández

En sus temas constructos diseminadores del arte o de su estética, los que le hacen acceder, provocar un conocimiento, incrustar una conciencia sensible, asir o no un símbolo, sentir en qué dimensión, sostener su visión de conocimiento, o que haya hecho un trayecto en su vida obsesivo onírico quiromántico y real: ¿Podría decirnos qué flor lo ha causado y realizado y por qué y para qué en lo que ha hecho o en lo que hace? ¿Revelación del instante, o de su catarsis? Pienso que las flores han sido parte esencial de la expresión artística desde siglos atrás y ahora en la actualidad.

Esto ha permitido que las obras tengan una historia que contar y una fuerza emocional característica. He notado, a lo largo de mi carrera como estudiante y ahora como profesional, que los artistas manejan su simbolismo en sus creaciones, por ejemplo: utilizan el color y la forma para evocar emociones, la inocencia y la contemplación. Sin embargo, siempre me ha causado curiosidad cómo los floristas crean ramos con una narrativa emocional. Algunos, eso sí, con ciertas reglas marcadas desde la tradición, pero que mantienen su estilo inconfundible.

Cito al poeta japonés de haikai, Matsuo Bashō (1644-1694): “Todos los que logran sobresalir en el arte poseen una cosa en común: una mente en comunión con la naturaleza a lo largo de las estaciones… y todo lo que ve una mente así es una flor y todo lo que una mente así sueña es la luna…” Desde la intensa pasión de una rosa roja hasta la serena pureza de una flor blanca, las flores siguen siendo una fuente de inspiración atemporal que aporta al arte un significado universal.

Ahora bien, para el caso, he dado respuesta a la pregunta: ¿Qué flor lo ha causado y realizado y por qué y para qué en lo que ha hecho o en lo que hace? (Revelación del instante, o de su catarsis) Diría que me nutro mucho desde la narrativa de las historias entre las personas y las flores y me planteo interrogantes como: ¿cuál es el motivo que tengan flores en su jardín?, ¿qué los lleva a cultivarlas?, ¿cómo han heredado el gusto por las flores? (producto de una tradición generación tras generación, claro).

Mi primer encuentro con las flores y las historias fue esta fotografía que realicé a esta persona en uno de mis viajes. La saludé y ella me respondió el saludo. Luego le pregunté por los nombres de sus flores, ya que, ignorante del tema, quise profundizar un poco más. Después de esa fotografía tuve la oportunidad de hablar con mi profesor de Literatura Contemporánea, Óscar Jairo González H, donde en unas de sus charlas mencionó el arte del ikebana, arte japonés del arreglo floral, un arte disciplinado en el que la naturaleza y la humanidad se unen.

De esa charla quedé con una curiosidad enorme y empecé a buscar maneras de retratar ese tipo de arte floral en una de mis fotografías. Deconstruí el ikebana, un sacrilegio a esta disciplina, pero, ¿para qué son las reglas si no son para romperlas? Después de vagar entre fotos e historias, conceptos no aterrizados e ideas no resueltas, decidí implementarlas en algo que me causó un punctum: El surrealismo.

Así que decidí crear narrativas alternas tomando como referencia dicho movimiento artístico creando algunos ejercicios, llamados collage, en los que en su mayoría las rosas son un gran participante, dando como respuesta a la pregunta: las rosas como la flor, como la causa, la realización, el por qué y el para qué de mi catarsis.

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