domingo, junio 1, 2025
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Jimmy Abdalá Oliveros: “No busco la poesía, ella me busca a mí”


Por: Óscar Jairo González Hernández

¿En dónde se incrusta e instala su yo, en este libro, como ante él nosotros, quiénes son ante usted; qué le llevó a usted a llamar este libro “Somos”, qué lo provocó hacerlo; y como se desarrollan y evolucionan los temas poéticos que le obsesionan; y qué relación entre la creación y lo increado transforma en su mundo, la poesía y sus visiones del mundo y su poesía como la palabra y las palabras de y para todos; qué lo hace o no poeta, por qué y para qué, qué busca comunicar?

Se trata de un poemario introspectivo, una confrontación interior con ese otro que somos. Una manera de diseccionar, de auscultar la sombra que llevamos dentro, harapos y miserias que se esconden en los más insondables laberintos y, al mismo tiempo, una provocación que invita al lector a cuestionarse a través de su propia lectura. El poemario contiene afirmaciones que nacen de la necesidad de conocerse a sí mismo: “Soy el murmullo/que asiste a la disección/de su propio cuerpo.”

Pero también plantea preguntas que rozan lo existencial, originadas en la incomprensión del mundo: “Dios… ¿Acaso sabes que existo? Dime… ¿Soy una parte de ti, como dicen? O… ¿Soy el abandono hecho de carne y hueso?” Somos es un palíndromo que viaja desde sus extremos hasta detenerse en el centro, para luego explorar lo más profundo del ser. En ese sentido, busca la totalidad y no la fragmentación.

En los extremos, no solo residen las peores miserias del ser humano, sino que al tocarse, se distancian de toda posibilidad de reconciliación. Somos nació en la pandemia del COVID 19, un momento en el que el mundo se detuvo, impulsando la posibilidad de un cambio en la humanidad. Sin embargo, como en el día después de la peste de Daniel Defoe, el hombre prometió cambiar, pero no lo hizo. No busco la poesía; ella me busca a mí. Suelo experimentar momentos de aridez en la creación poética hasta que, de repente, un instante o lo onírico me invade, trayendo, a través de una memoria atávica, una serie de temas que llegan como una congestión, exigiendo ser escritos primero para ser comprendidos después.

Así es la poesía: primero nos atrapa y luego se deja interpretar. No tengo un plan para la poesía: Vienes de allá y puedo leer tu intención: me vas a decapitar, Dime… ¿Quién eres? ¿Acaso yo mismo?” Este fragmento del poema “Decapitar” nació en la frontera entre el sueño y la vigilia. Momentos como ese, de auténtica creación, generan un cambio en mi visión del mundo; me hacen mejor conmigo mismo y con los demás.

Me interesa hacer de la palabra un lazo con el lector, generar en él una transformación. No sé si soy un poeta; es lo que menos me interesa. Busco saber quién soy, aventuro hipótesis, pero aún no me conozco. Escribo y, después, no sé si fui yo quien lo hizo. Siento que he llegado al mundo fragmentado, con partes de mí dispersas, y lo grito al lector para que se toque, para que se pregunte si también se siente incompleto como yo. Hago de los sueños y las utopías, una búsqueda incansable de aquello que nos hace falta.

Lo expreso en un poema simple, el que inicia el libro y lleva su mismo nombre: “Somos cual cántaro roto (que le cuesta encontrar sus partes, /incierto camino, /buscando ese algo que nos falta.

Sombra

La sombra que somos por dentro y por fuera que nos negamos a reconocer. Zona laberíntica que no quisiéramos transitar; nuestros ojos vendados en su interior como un cuarto oscuro, cerrojo, pestillo que condena.

Esta noche enfrentaré a mi sombra, la miraré a los ojos, a mis ojos quiero decir. No lo dejaré para mañana ni para después, en ella apuñalaré mis miedos, harapos y miserias. Ahora que la tengo frente a frente me apiado, también me apiado de mí. Empiezo a condolerme de ella y siento la conmiseración en mi piel.

Me abrazo a la sombra, la cubro con mis carnes, me aferro a ella hasta verla posada en mi interior.

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