Por: Óscar Jairo González Hernández
¿En qué momento comienza usted a concebir, estructura y darle sentido y perspectiva este libro, que llamo “Cantos caudalosos de María Antequera?, por qué lo tituló así, quién es María Antequera, quién es usted en relación con ella, como la incrusta, en su libro, qué es la historia entonces aquí, y porque no es una crónica o si lo es, o un inmenso relato de la memoria y el canto, qué busca proyectar desde el libro mismo, la inmersión en la naturaleza como lo revela el libro o lo oculta?
Dado que tengo una conexión ancestral con el rico y complejo universo afrochocoano. En mi sangre mestiza conviven en armonía lo indígena y lo negro, América y África. Así que los temas indígenas y negros, desde una perspectiva cultural, ambiental, social y política, han estado presentes en mis reflexiones y en mi obra, tanto en la poética como en la narrativa. De modo que la estructura es una prosa poética cuyo personaje principal es la matrona María Antequera, mujer cantaora, senadora, sabedora, bailadora y partera de vidas caudalosas como los ríos Atrato, Baudó y San Juan; por tanto, esta poética está muy conectada al origen de estos ríos que van.
En el Chocó los ríos tienen una presencia muy fuerte en la historia, en la cultura y en la vida cotidiana, lo mismo que los cantos, los alabados. Quise hacer un homenaje a esos ríos caudalosos del Chocó (en el libro hago mención de varios de ellos), aludir a los cantos de vida y muerte de las mujeres chocoanas, darle al poemario ese carácter, trabajar su ritmo y estructura en muchos de los poemas. Por eso el título: Cantos caudalosos de María Antequera. Nuestra historia ancestral es caudalosa como el río Atrato y otros.
María Antequera es una mujer que representa a todas las mujeres afrochocoanas, es su arquetipo. En ella confluyen todas las voces, tanto las ancestrales como las de hoy; ella, María Antequera, es una entidad femenina transtemporal que habla desde el pasado, el presente y el futuro. En su voz hay rebeldía, hay risas, alegría, llanto, rabia, poder, humor, protesta, devoción, esperanza y amor, es una voz polifónica que habla de todo lo que pasa en el Chocó de hoy, pero conectada al Chocó ancestral a través de la persistencia de sus ritos, sus cantos y ceremonias, como bien se puede constatar en la gran importancia que tienen allí las Fiestas de San Pacho (o San Francisco de Asís) en Quibdó, santo patrono de los afrocolombianos, santo del cual María Antequera es devota enamorada.
Por otro lado, y en el mejor de los sentidos, María Antequera “es oro”, ¿Quién no quisiera conocer en persona a la matrona o sabia mujer, después de leer el libro en mención?
Soy un aprendiz que acata los consejos de María Antequera, aunque ya está al otro lado del río de la vida… Pero también soy María Antequera: su sangre es mi sangre, su espíritu habita en mí, sus cantos están en mi voz poética. Con la sabia mujer también se establece, además, una relación esencial, y se da en el sentido de que, tanto a ella como a mí, nos ha gustado la cocina tradicional como es preparar un buen pescado en todas las presentaciones, para luego participar en armonía de un bonito ritual como es comer con deleite con las amorosas manos lo que nos proveen los ríos como el Atrato, abundancia en época de subienda del bocachico plateado.
Puedo decir que todo el tiempo estoy conversando con mis ancestros negros e indígenas, me hablan y les hablo desde una temporalidad poética y literaria, pero también desde el presente histórico, desde lo que sucede en nuestras comunidades y en nuestro país. En ese sentido, fue María Antequera la matrona negra que representa alegría y rebeldía, amor y justicia, naturaleza y cultura la que empezó a dictarme cada verso, cada poema de este poemario, y yo entendí de inmediato lo que ella quería. Así fui concibiendo el libro, conectado a la voz cantada de la matrona, a la voz de mis ancestros y, claro, a mi propia voz, que es de este tiempo histórico. Entendí, en suma, que había una historia que palpitaba en mi propia voz y que debía ser contada e incrustada en el libro para ser cantada con fuerza; una historia que al mismo tiempo eran muchas historias que desembocaban en un caudaloso río de voces y cantos.
Quise trabajar, en parte, la estructura de los cantos chocoanos en el poemario, por la fuerza lírica, por su potencia expresiva y por el color de la voz negra. Pero a la vez el libro hace crónica (cantada) de muchas de las duras realidades que vive el Chocó. El poemario, concebido como una narrativa poética, es poema que cuenta, canta, hace crónica y memoria. Casi toda mi obra poética posee ese carácter testimonial: me interesa trabajar, además de la musicalidad, el ritmo y esos elementos formales, las historias cotidianas, lo que le sucede a la gente, al pueblo y en ese sentido es que me inclino por lo testimonial.
El canto es reparador y en el caso de María Antequera, al ser una entidad arquetípica de la mujer negra, se relaciona culturalmente con la naturaleza, pero también se hace naturaleza, se zambulle en esa dimensión y surge en la superficie de su comunidad coronada de los dones entregados por madre natura. María Antequera, también entidad panteísta, puede ser selva, camino, canoa, tambor, lluvia, tambo o palafito, pez, viento, música, árboles gigantes, pájaros de agua dulce o salada… Pero sobre todo río, río caudaloso que nos canta con música de tambores africanos.