Tal como se informó en una publicación anterior, el conflicto entre India y Pakistán volvió a intensificarse en las últimas semanas, reavivando la tensión en una de las regiones más sensibles del sur de Asia.
El detonante reciente fue un ataque armado ocurrido el pasado 22 de abril en Pahalgam, un destino turístico en Cachemira administrado por India, que dejó al menos 25 ciudadanos indios y un ciudadano nepalí muertos.
En las últimas horas se logró un acuerdo de alto al fuego entre ambas naciones, lo que contribuyó a frenar temporalmente los temores de una escalada mayor. Si bien la responsabilidad del atentado fue inicialmente atribuida al grupo armado Frente de Resistencia, el gobierno indio acusó a Pakistán de respaldar a la organización. Ante la tensión, representantes militares de ambos países sostuvieron conversaciones el pasado lunes y acordaron mantener el alto al fuego y reducir de forma inmediata la presencia de tropas en las zonas fronterizas.
A pesar del cese de hostilidades, persiste una profunda preocupación entre los aproximadamente 15 millones de habitantes de la región en disputa. La incertidumbre por la ausencia de una solución política duradera mantiene a la población en estado de alerta. Tras el anuncio del alto al fuego, algunos residentes han comenzado a regresar a sus hogares, aunque prevalece el temor ante la posibilidad de nuevos enfrentamientos.
La región de Cachemira ha sido objeto de tensiones continuas desde 1947, y sectores civiles han reiterado la necesidad de una salida estable y a largo plazo. Como expresó un estudiante de la zona a medios internacionales, los habitantes no solo quieren pausas en la violencia, sino una solución definitiva que les permita vivir sin miedo.
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