sábado, junio 21, 2025
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In memoriam: Hugo Zapata (1945-2025)

Por: Óscar Jairo González Hernández

A Luz Elena Montoya (1956-2017) Cada escultura de Hugo Zapata, es un mundo en sí misma, es una manera de transmitirnos la esencia y la trascendencia de la naturaleza en medio de nosotros.

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Nosotros, como esculturas, que también viven en la naturaleza. Y si es la piedra, su mundo de la naturaleza, los seres humanos, somos entonces también de piedra, pues vivimos en esa naturaleza que nos revela y que transforma el escultor. Medía el escultor con la naturaleza, para extraer de ella, tras su metódica excavación, lo que es de su naturaleza como escultor, como artista.

Era su tarea, es su tarea todavía, porque nosotros, todavía, podemos observar sus esculturas en la ciudad, en ese inmenso teatro que propuso, como una de sus tentativas más extraordinarias, hacer de la ciudad una escultura, y hacer de la escultura una ciudad, pero de la misma forma, un teatro. Teatro de esculturas, como lo sintió y lo percibió la dramaturga Ángela Chaverra, de “El Cuerpo Habla”, al hacer intervención de su obra Estelas (1987), en las instalaciones exteriores de Suramericana, en Medellín (2024), acción performática, que llamo: Grietas. Dándoles vida, transformándolas en presencia de los cuerpos de los actores y actrices, en donde el cuerpo se hace piedra o es piedra en medio de la escena teatral, en los que se proyectan y hacen trayectos en movimiento.

Lectura de las Estelas. Gestual de la naturaleza, como teatro, en medio de las piedras. Mediación de una escultura, que es lo que le interesaba e interesa, en su inclinación estética por la naturaleza (la piedra) a Hugo Zapata. Extraer, pues, en la ciudad la naturaleza, como decía Novalis, porque la ciudad, es otra naturaleza. Revolución de la mirada, en el transeúnte que penetra la ciudad, mirada de penetración, para asirla, para poseerla por medio de las esculturas que la hacen ciudad escultura, como quién lee en el libro de la ciudad, la escultura como un libro en el que se lee uno a sí mismo, y que el escultor nos hace leer.

Moverse en esa ciudad, que él nos construyó con sus esculturas, desde Suramericana hasta el Parque Memorial Inflexión, donde nos encontramos con él, su reveladora escultura-instalación: “Los valientes” (2019), en la memoria de la ciudad, para hacerla permanecer como hecho siempre nuevo, dado que no muere, sino que vive en cada uno de los seres humanos, que vivieron esta violencia, este exterminio y esta atmósfera de miedo y terror, en un momento oscuro y macabro de la ciudad. Y allí está su escultura, la que hizo con todos los ciudadanos, que decidieron participar en ella.

Cada ciudadano llevó un cubo (ya preparado por el escultor) a esa instalación, y allí quedó con su nombre sin nombrarlo, pero que como escultura se mantiene y mantendrá indestructible, en la memoria de la ciudad. No es un exceso obvio de la memoria, o como lo diría Regina Robin, en su inmenso tratado. La memoria saturada; si no que busca, provocar memoria en todo momento, o sea, una memoria en movimiento constante, que la hace nueva, que la hace un relato nuevo, ocluyendo su banalización o trivialización.

Y es necesario decir que esta instalación escultórica, requiere, sin duda, mayor visibilización. En el año 2022, en el Patio Central del Capitolio Nacional (Patio Mosquera), se realizó la exposición Colombia: Tesoro de almas y tierra, en la que se expusieron esculturas de Hugo Zapata, y sobre las que se consideraron que pertenecían a un culto satánico, que se efectuaba allí. Zapata, intervino sobre ello, y aclaró que no se trataba de un rito satánico: Fue muy grande mi sorpresa cuando vi por Internet una apreciación equívoca que asocia mi obra con ritos satánicos; apreciación que no comulga con mi trabajo de toda una vida dedicada a la exaltación de la naturaleza y su relación con el hombre (…) Es sorprendente que a alguien se le ocurra relacionar mi obra con sectas satánicas que están distantes de mi comunión con la naturaleza y de mi expresión al jugar con códigos formales que surgen de las piedras que se diferencian en el río; con tocarlas se exalta su riqueza formal.

La roca y mi sensibilidad dan campo a un ser nuevo, libre de rituales y de sectas. El escultor entonces, se inserta e incrusta en su obra, la hace de su dimensión, o la mantuvo en su dimensión estética (Herbert Marcuse), y cuando necesitó de hacerla transparente, más transparente en su proyecto escultórico, en el proyecto de un artista, de la vida y mundo del artista en la vida y mundo del arte, lo hizo, demostrando de que se trataba, y por lo tanto, eran, fueron y serán las de un artista, que se mantendrá entre nosotros, en nuestra historia real y concreta, y en la historia de las ciudades y las naturalezas que intervino y nos hizo crear a nosotros, como sus escultores, como cuando uno observa en medio de la naturaleza (no el paisaje), los yarumos, y le nombra.

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