Hoy, como cada Día de la Inteligencia Militar, las Fuerzas Armadas rinden homenaje a aquellos héroes que en el silencio y la clandestinidad defendieron al país. Y en la Amazonía, el eco de una historia sigue vibrando con fuerza: el sacrificio de Filogonio Hichamón Kuegajima, un infante de marina indígena, cuya vida y muerte simbolizan la valentía y la fidelidad de un guerrero que no dudó en infiltrarse en el peligroso Frente Sur del M-19.
Filogonio nació en San José, Amazonas, en el seno de la comunidad Miraña, una familia de los Huitotos. Como tantos otros jóvenes colombianos, cumplió con el servicio militar, pero su desempeño sobresalió desde el inicio. En 1978, formó parte de la “Flotilla Avispa” del Batallón de Selva de Infantería de Marina en Puerto Leguízamo, y en poco tiempo se convirtió en un “Comando de Selva” distinguido. Su astucia y compromiso le abrieron el camino para convertirse en orientador de los Boinas Verdes en la impenetrable selva amazónica.
Fue en 1981 cuando su vida cambió de rumbo: Filogonio, con tan solo 22 años, recibió una de las misiones más arriesgadas en su carrera, y una de las más críticas para la inteligencia militar. Su tarea consistía en infiltrarse en el Frente Sur del M-19, liderado por Jairo Capera Díaz, un exguerrillero de las FARC. Con determinación y bajo el rol de un trabajador de hacienda, logró ganarse la confianza del grupo insurgente, convirtiéndose en una pieza clave en la Red de Inteligencia de la Fuerza de Tarea Leopardo.
La red de espionaje tejida por Filogonio permitía a las Fuerzas Militares seguir de cerca los movimientos de Capera y su cuadrilla. Sin embargo, su misión culminó en tragedia el 31 de octubre de 1981 en Peñas Blancas, Caquetá. Descubierto por un comerciante que lo identificó como miembro de la Armada Nacional, Filogonio fue capturado y llevado ante Capera. Con una valentía que asombró incluso a sus enemigos, Filogonio enfrentó a su captor y, en un último intento por escapar, rodó hacia el río Orteguaza. Las ráfagas de disparos de Capera apagaron su vida, y su cuerpo quedó junto al de su compañero, el Dragoneante Ramírez.
La noticia del sacrificio de Filogonio resonó en Puerto Leguízamo y en la selva que defendió con tanto fervor. La Fuerza de Tarea Leopardo lanzó una operación de rescate, y tras cinco días de combates en el Orteguaza, recuperaron los cuerpos de Filogonio y Ramírez. La tierra que vio nacer al infante de marina indígena se convirtió en su última morada, y su memoria sigue viva en cada rincón de la Amazonía.
Hoy, mientras el buque Filogonio Hichamón recorre los ríos Caguán, Caquetá y Orteguaza, su nombre resuena como un símbolo de resistencia y lealtad. Las tripulaciones llevan en alto la misión de proteger las comunidades indígenas, afro y campesinas de esta región olvidada, inspirados por el coraje de un hombre que desafió los peligros de la selva y a los enemigos del Estado con un valor inquebrantable.
Filogonio Hichamón es recordado como uno de esos héroes cuya historia se forja en la clandestinidad y el sacrificio, como Cándido Leguízamo y Juan Bautista Solarte Obando. Los habitantes de la Amazonía miran hoy hacia sus fuerzas militares con la esperanza de que esas unidades que patrullan la selva sean fortalecidas, repotenciadas y dotadas de todo lo necesario para continuar defendiendo un territorio vasto y complejo.
El Día de la Inteligencia Militar recuerda no solo las misiones y logros de aquellos que han servido en la sombra, sino también la deuda de un país con esos héroes anónimos que, como Filogonio Hichamón, sacrificaron todo por el bienestar y la paz de Colombia.