Parece mentira que Colombia despida hoy a Miguel Uribe Turbay. Que después de más de dos meses de lucha por su vida, tras el atentado ocurrido el 7 de junio en Bogotá, este 11 de agosto haya llegado la confirmación de su partida.
Con tan solo 39 años, su muerte constituye uno de los magnicidios más recientes en la historia del país, un hecho que revive las heridas de la violencia política y que enluta a una nación que se mantuvo unida en la esperanza de un milagro.
Nació en Bogotá el 28 de enero de 1986, en el seno de una familia profundamente ligada a la vida pública. Nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala e hijo de la periodista Diana Turbay, perdió a su madre a los cinco años, en 1991, durante un intento de rescate tras permanecer secuestrada por el grupo narcotraficante “Los Extraditables”. Su abuela, Nydia Quintero, lo acogió y protegió, y su padre, Miguel Uribe Londoño, junto a su esposa, Delia, tuvieron un papel fundamental en su crianza y formación, dándole ejemplo de disciplina, afecto y compromiso con el servicio público.
Abogado de la Universidad de los Andes, con maestrías en Políticas Públicas y en Administración Pública en la Universidad de Harvard, su vida no solo estuvo definida por cargos y responsabilidades, sino por una constante vocación de construir, proponer y escuchar. Fue secretario de Gobierno de Bogotá, candidato a la Alcaldía, senador y precandidato presidencial, pero ante todo fue un colombiano convencido de que la política debía ser un servicio al país.
Representó a una generación de dirigentes que entendieron el servicio público como un compromiso basado en principios, coherencia y visión de futuro. Su paso por el Senado se distinguió por la solidez de sus argumentos, la búsqueda de acuerdos sin ceder en sus convicciones y una defensa firme de la seguridad como pilar para el desarrollo.
Conversar con Miguel Uribe Turbay era encontrarse con un ser humano en todo el sentido de la palabra. Escuchaba con atención, respondía con serenidad y siempre desde la sensatez. Tenía la capacidad de debatir sin levantar la voz, de exponer sus posturas sin cerrar la puerta al entendimiento. En un escenario político acostumbrado a dividir, él buscaba unir.
Su vida estuvo marcada por el coraje y la valentía, no solo frente a la adversidad política, sino en su manera de afrontar las dificultades personales. Ese coraje invita hoy a reflexionar sobre lo urgente que es dialogar, sobre la necesidad impostergable de encontrarnos desde el respeto y la apertura, incluso —y sobre todo— en medio de las diferencias.
Creyó firmemente en el periodismo libre e independiente, en el poder de la información y en la responsabilidad de comunicar con veracidad. En cada encuentro con periodistas se mostró generoso con su tiempo, claro en sus ideas y respetuoso con todas las preguntas.
Que la vida y obra de Miguel Uribe Turbay —marcadas por la decencia, la preparación, el respeto, la firmeza y la vocación de servicio— continúen inspirando a quienes creen en una forma de hacer política con carácter, sin populismo y sin intereses personales, siempre guiada por el amor a Colombia.
Desde IFMNOTICIAS, elevamos un agradecimiento profundo por su entrega y su ejemplo. Que este adiós sea también un llamado: Colombia necesita líderes que sepan escuchar y ciudadanos dispuestos a encontrarse en la palabra, en el respeto y en la búsqueda de un propósito común. Que su recuerdo nos impulse a no renunciar a la esperanza, a defender la vida y a construir, desde las diferencias, un país en paz.
Descansa en paz, Miguel. Hasta pronto.