domingo, mayo 18, 2025
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¿Hasta cuándo toleraremos este vergonzoso y caótico estado de desgobierno que nos ha impuesto el Pacto Histórico? Por: Juan José Gómez

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Estamos hastiados y nos sentimos ultrajados en nuestra dignidad de colombianos ante los últimos acontecimientos políticos sucedidos en este pobre, tolerante y cobarde país en que nos ha tocado vivir desde agosto del 2022, cuando en vez de un gobierno que merezca ese nombre reina solo la confusión y el caos; donde impunemente desde lo más empinado del alto gobierno se insulta, se miente y se amenaza a las personas que manifiestan una opinión contraria a la de los figurones que detentan el poder (decimos detentan, porque no puede decirse que hacen de él un ejercicio razonable) y que sin respeto por la Constitución Nacional, por las leyes de la República, ni por la separación de poderes, solo obedecen a sus bajas pasiones y a su no demostrado entendimiento para manejar al país, lo que hacen con las mismas características con que se maneja una finca grande, cuya mayoría de vivientes no son precisamente humanos.

Comenzando por el presidente de la República actual, debemos destacar que muy pocas veces en la historia de Colombia y ninguna en lo que va transcurrido del presente siglo, se había conocido un funcionario como este de ahora. Es tosco en sus costumbres y carece de las cualidades que distinguen a un caballero; patrañero en sus afirmaciones públicas, irrespetuoso con los representantes de los otros poderes del Estado; ha sido acusado de padecer problemas psíquicos a causa de consumir elevadas cantidades de licor y peligrosos alucinógenos, y es que a veces sale con unas ideas y expresiones tan absurdas que desafían la lógica más complaciente. En fin: es todo lo contrario de lo que debe ser un gobernante más o menos normal.

Tiene unos colaboradores que dejan mucho que desear. Varios por su impreparación e incapacidad para desempeñar un cargo de responsabilidad, otros por sus inaceptables antecedentes y los más porque llegan al poder con tales apetitos de lucro y de figuración, que los hace intolerables para sus propios copartidarios. Entre todos ellos se destacan cuatro, a saber: Armando Benedetti, ministro del interior, investigado por la Corte Suprema de Justicia, drogadicto reconocido, cruel con su esposa a la que ha llegado a  agredir físicamente, persona que a veces se deja dominar por la ira y ataca fácilmente a los demás y causante de muchas bajas en el gobierno, ya que hasta sus propios copartidarios lo detestan.

Los otros son: el ministro de Salud Guillermo Alfonso Jaramillo, una persona desagradable a primera vista, carente de la prudencia y buenas maneras que deben identificar a un ministro y que da la impresión de padecer de una extraña enfermedad consistente en sentirse feliz cuando las demás personas sufren por motivos de salud, como la carencia de remedios o la falta de asistencia profesional. Las otras dos personas son la canciller Laura Sarabia, una señora anteriormente muy, pero muy cercana al Presidente de la República y actualmente no tanto al parecer, misma que según futurólogos, a veces acertados, ya tiene decretada su salida del gobierno y lo que es peor, convertirse en víctima propiciatoria sacrificada en el altar de dioses muy vengativos. El último es el actual presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa Barragán, quien fuera el gerente de campaña del actual presidente y al parecer depositario de algunos graves secretos suyos, lo cual lo hace invulnerable a todo ataque que le dirijan sus enemigos. Muchas personas en este país afirman que la que fuera la primera de todas las empresas colombianas, la mayor de las contribuyentes al fisco, en las pálidas manos de Roa Barragán, está desapareciendo lánguidamente.

Y así llegamos ahora a la parte más compleja de esta columna. Se trata de preguntar a todo el que crea tener una respuesta, ¿qué vamos a hacer ahora, cuando la situación se pone al rojo vivo, cuando el presidente de la República que al tenor del artículo 188 de la Constitución “simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”, en vez de dedicarse a tan elevado y noble postulado fundamental, desde la remota China, donde nada de los antecedentes nacionales lo obligaba a estar, dirige incendiarios mensajes al “pueblo” (es decir, a sus amigos y simpatizantes porque los que no lo somos, esto es los que no votamos por él en 2022 ni lo haremos en el futuro, no existimos para él, ni somos parte de la República, ni pintamos para nada) ordenando una especie de movilización general, de reuniones de comités y juntas, de sonidos de trompetas y tambores, de acordes sublimes que hacen parte de himnos en honor del que una distinguida columnista llama “el líder galáctico”; de preparación, en fin, para la gloriosa batalla que “su pueblo” librará contra el pueblo colombiano, calculado en unos 50 millones de colombianas y colombianos, de los cuales, según parece, no hacen parte sus once millones y pico de electores?

Que el gran Rubén Darío desde la eternidad nos perdone, pero no podemos dejar de pensar en su hermoso poema “La Marcha Triunfal”, cuando nos viene a la mente la gesta heroica a la que convoca a “su pueblo” el líder de la galaxia a la que los dioses del Olimpo dispusieron que perteneciéramos:

“Ya viene el cortejo!… ¡Ya viene el cortejo!,

¡Ya se oyen los claros clarines!

La espada se anuncia con vivo reflejo

Ya viene —oro y hierro— el cortejo de los paladines”

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