Lo que Petro buscaba lo logró: que la opinión pública se enfoque en Trump, y pase del Catatumbo, y posicionarse como líder de la izquierda en la región capaz de desafiar al nuevo Presidente de EE.UU sin consecuencias.
Logró un amplio cubrimiento internacional. Provocó al vecino y el vecino se dejó provocar. Ese es el libreto. Estaba calculado. Sabía que EE.UU. recularía, sabía que el daño era admisible y que al final saldría apenas con rasguños. A pesar de todo los diplomáticos gringos tienen sentido común. Ahora Colombia deberá pagar, cientos de millones de pesos, plata suya y mía, (no de Petro) porque el avión presidencial fue por los deportados.
Petro gobierna desde el caos y para el caos, gobierna desde la soberbia, es un mal ser humano, un hombre odioso y prepotente que no considera al otro, le incomoda el otro, necesita lacayos y no acepta detractores porque considera que siempre, inclusive en este episodio diplomático, tiene la razón. Es dueño de la verdad.
Perdió Colombia, ganó Petro. Y seguirá ganando porque nadie, por ahora, tiene el poder de pararlo. A Petro sólo se le gana si las focas que lo rodean y lo aplauden empiezan a ponerle límites, empezando por las FFAA, los empresarios, el Congreso, todos los partidos y los ciudadanos de la calle.
Solo se le gana si votamos por alguien en vez de “en contra” de alguien. Esa oportunidad todavía nos queda.
Las FFAA aunque no deliberantes es hora de que constitucionalmente lo pongan en su puesto.
Petro no puede acabar con Colombia, o bueno, puede, pero no lo podemos dejar. Y quienes detentan algún grado de poder, tienen que ponerle coto ahora mismo.
Los de a pie también sumamos. Unidos somos poderosos, pero necesitamos un líder, un equipo que nos aúne en su entorno y a pesar de que muchos no lo ven, o no lo conocen, está ahí. No perdamos la esperanza.