No era un juego cualquiera, era la revancha para los Eagles que habían perdido la final anterior frente al mismo rival, pero con una diferencia, los de Philadelpehia llegaban con una nómina mucho mejor y con la sed de venganza a flor de piel. Por su parte, los Chiefs lo hacían como los vigentes bicampeones y querían más.
En el papel, los Eagles tenían la plantilla más talentosa, pero el virreinato de los Chiefs y la figura de Mahomes eran cartas suficientes para decir que sería una final apretada, pero qué equivocado fue este pensamiento. Kansas City quería aprovechar la oportunidad de convertirse en el primer equipo en lograr un triplete en la historia de la NFL, lo que aumentó la importancia de un partido ya de por sí enorme. Al final, la diferencia de talento ganó la partida, y por paliza.
Los Eagles cerraron por completo la ofensiva de los Chiefs en la primera mitad e incomodaron a Mahomes lo suficiente como para forzar pérdidas de balón y liquidar de forma muy temprana el juego. A pesar del favoritismo, ningún hincha de los Eagles se imaginó semejante panorama tan alentador. Al finalizar la primera mitad ganaban 24-0, creando una clara ventaja mientras acumulaban seis capturas en el camino. En el lado ofensivo, los Eagles manejaron bastante bien la defensa de Steve Spagnuolo, limitando la presión y protegiendo a los Chiefs. En la segunda mitad, los hasta entonces campeones intentaron reaccionar, pero la ventaja era demasiada amplia para igual el tablero.
Philadelphia Eagles se llevó el segundo Super Bowl de su historia como franquicia tras una contundente victoria por 40-22 ante Kansas City Chiefs. Un marcador abultado y poco imaginado que hoy embriaga de alegría a toda Philadelphia.