domingo, marzo 30, 2025
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Fernando González: Velada Metafísica


Por: Óscar Jairo González Hernández.

Los pensamientos solamente, quizá de manera irreductible, no son más que reales en la realidad de cada uno, en sí mismo. Ya que cuando se ponen a prueba en relación con los otros, ellos pueden resultar perturbadores o escandalosos. O también pueden ser leídos sin el sentido que quien los pensó quería darles, buscaba darles.

Todo pensamiento proveniente de sí mismo tiene esa condición, lo domina ese carácter. Equivocado o no, es lo mismo, porque hace relación con el drama que se tiene sobre cómo vivir, morir. Es la prueba a la que lleva el pensamiento.

Fernando González (1895-1964) desarrolla, realiza esa prueba con su pensamiento. Y este un pensamiento, que es lo que deviene de su drama de existir, de sentir, de pensarse, que hallamos en cada uno de sus libros. Por eso lo del drama teatral, tal como lo concibió, para llevarlo al teatro (no a la escena o al escenario) El Colectivo Teatral Matacandelas, con el provocador título de “Fernando González: Velada Metafísica”.

En Fernando González, el pensamiento se forma, se estructura en unos momentos para ser llevados a la realidad, para mostrarlos en ella, para condenar la misma, para resolverla en él, para insultarla, para criticarla con una excesiva intención de lucidez en él. De la misma manera, de observación crítica, como lo hizo en su momento el pensador Baltasar Gracián, en El criticón. Extremo de la crítica en él mismo como hacia la realidad con la cual está en relación.

Y otro pensamiento que es interior, en el que se busca condenar o liberar (por medio de la meditación catártica) a sí mismo. Tenemos en él pues, la posición sostenida sobre los principios básicos que él se dio para vivir estéticamente, que es más característica del snobista mediocre; el pensador para sí mismo y para abordar, intervenir la realidad, con el propósito de transformarla. Transmutación de sí mismo y de la realidad. Esa fue tarea intencional e inequivoca en él.

Y es la manera crítica (kantiana o nietzscheana) de pensar la que en todo momento de su vida mantuvo como principio. Fue un pensador de principios. ¿Prudente o imprudente? No lo sabremos decir. Y en eso se sentía pensador, por eso en su libro “El hermafrodita dormido”, dice: Allí cerca está lo más feo que hay en París. El Museo Rodin, es una casa y parque apaciguadores. Rodin era una máquina de producir fealdades. NO me explico por qué lo admiran en París, y, por consiguiente, no he comprendido a París. ¡El Pensador! Nadie piensa con esa actitud… (1). Ya aquí ha establecido teatralmente una posición radical: No tendré nunca esa pose de pensador. No pensaré en ella. No posaré para el pensar. Mis pensamientos no son pose, podría haberse dicho Fernando González.

De ahí que llevar al teatro la vida de Fernando González, como lo hace el Colectivo Teatro Matacandelas, es hacer real su pensamiento. No entre nosotros, sino en él mismo. Ya que lo allí se teatraliza es el pensamiento.

Teatro del pensamiento como Von Kleist hizo su representación de Marionetas. Y cabría preguntarnos: ¿Es el pensamiento solo o de Marionetas, somos Marionetas de quién o de qué cuando pensamos? Y por qué no decir, que también Fernando González lo concibió así, como lo podemos leer en su hermoso libro El payaso interior (2).

Teatralización que es pues del pensamiento, de ahí, el nombre de “Velada Metafísica”. Nada está dicho, ni sobre nada se tiene dominio, cuando se trata del pensamiento. Y por eso este teatralizar, hace evidencia también, por medio de un tenso hilo conductor, de la vida en sí misma, en la que está o no concentrado con conciencia o sin conciencia, el que piensa, porque sabe que también es pensado. Pensar es saberse pensado, por eso dice Fernando González: Señor no me borres del libro de la vida.

Toda esta “Velada Metafísica”, está desarrollada desde la perspectiva de poner en evidencia, el pensamiento. Y por eso mismo el humor exacerbado, la parodia llena de sentido, la ironía como medio incitador del conocimiento, la duda sobre la realidad en el trato con los otros, la verdad en él o ante Dios, el deseo desnudo del hombre que es tentado por él, la obsesión mística no en el orden de arrobamiento sino de la vida en todas sus formas en que ha de ser vivida. No es de una sola forma.

Fernando González, en esta “Velada Metafísica” se nos hace visible, por medio del teatro, que es quizá el medio más poderoso, para hacernos visibles, no solamente pues en el indestructible deseo locamente amado de conocerse (desconocerse) así mismo. Y lo hace, desde el Yo, principio básico de la modernidad. Por eso mismo, como ese conocerse, es necesario hacerlo con Otro (Yo soy, otro; o, la vida está en otra parte: Rimbaud), inventa sus Yoes, como el irónico excéntrico Lucas de Ochoa o Manuelito Fernández, de quien dice: Me parece que a ninguno lo atormentó un personaje suyo como Manuelito Fernández a mí.

Amargóme los primeros días de mi visita a París, pues allá lo creé y llegó a estar tan vivo que me sustituyó… (3). Esta “Velada Metafísica” se realiza teatralmente al mostrar sin maniobras, las contradicciones, los movimientos indecibles de la vida, que son cambiantes. Todo está dicho en la vida de Fernando González como verdad inicial. La verdad no es más que un instante, en él, o sea teatralización dramática.

Notas:

  1. Medellín. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana. 1994. Págs. 99-100.
  2. Medellín. Editorial Universidad Eafit. 2006.
  3. Don Mirócletes. Medellín. Editorial Bedout. 1973. Pág. 43.
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