martes, junio 3, 2025
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Etna volvió a erupcionar: Cinco claves sobre el volcán más activo de Europa

La reciente erupción del volcán Etna, el pasado lunes 2 de junio en la isla italiana de Sicilia, generó una columna de ceniza de más de 5.000 metros de altura y activó protocolos de vigilancia científica y protección civil.

El Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) reportó el evento como una manifestación de alta intensidad, sin que se registraran víctimas o daños en zonas habitadas. A continuación, cinco datos relevantes para entender el contexto de esta actividad volcánica.

En primer lugar, el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología registró el colapso parcial del cráter sureste del Etna durante el evento eruptivo. Esto provocó una combinación de gases calientes, ceniza y fragmentos sólidos por las laderas del volcán. Las autoridades confirmaron que dichos flujos no alcanzaron áreas pobladas. También se observaron emisiones de lava visibles desde varios kilómetros de distancia.

La nube de ceniza superó los 5.000 metros de altura, y su expansión fue detectada por sistemas de monitoreo atmosférico en varias regiones del sur de Italia. Las operaciones aéreas en la zona fueron revaluadas por los organismos de control, mientras el INGV mantiene la vigilancia sobre el comportamiento del volcán.

Otro dato importante tiene que ver con que el Etna es el volcán más alto de Europa continental. Tras la última erupción, su altura alcanzó los 3.369 metros sobre el nivel del mar. Su superficie se extiende por 1.190 kilómetros cuadrados, duplicando el tamaño del Monte Vesubio. La formación geológica de este volcán comenzó hace aproximadamente 500.000 años, inicialmente bajo el mar. Hace unos 170.000 años emergió sobre la superficie, formando la montaña actual.

Su proximidad a centros urbanos importantes ha motivado la implementación de sistemas permanentes de monitoreo y planes de contingencia para las poblaciones circundantes.

Cabe recordar que el 8 de marzo de 1669 se produjo una de las erupciones más destructivas del Etna. Las primeras señales fueron emisiones de gases desde la cima del volcán. Posteriormente, un flujo de lava descendió hacia la ciudad de Catania, alcanzando una magnitud cercana a los 830 millones de metros cúbicos de magma.

Según registros históricos, las barreras construidas por los habitantes no lograron frenar el avance del material incandescente. Se estima que más de 20.000 personas perdieron la vida durante el evento, muchas de ellas al negarse a abandonar sus viviendas. El episodio es uno de los más documentados en la historia volcánica europea.

El Etna ha mantenido una actividad constante en las últimas décadas. Antes del año 2001, sus erupciones ocurrían con una frecuencia aproximada de dos años. Sin embargo, en los últimos diez años, esa frecuencia ha aumentado, registrándose múltiples eventos eruptivos cada año.

Las autoridades científicas italianas mantienen un monitoreo ininterrumpido del volcán mediante sensores sísmicos, cámaras térmicas y sobrevuelos periódicos. Las actualizaciones sobre su comportamiento se emiten de forma diaria.

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