martes, diciembre 16, 2025
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(ESPECIAL NAVIDAD 2025) Las costumbres no visibles que sostienen las celebraciones en Colombia

En Colombia, la Navidad no solo se expresa a través de mesas familiares o alumbrados, sino también mediante prácticas sociales y culturales que no dependen del consumo ni de la decoración.

Se trata de tradiciones menos visibles, pero profundamente arraigadas, que cada diciembre reorganizan la forma en que las personas se relacionan, se movilizan y se vinculan con su entorno cercano.

Una de las prácticas más extendidas es el reencuentro familiar programado. Diciembre concentra desplazamientos internos en todo el país, motivados por la necesidad de volver al lugar de origen, reunirse con padres, abuelos o hermanos y cumplir con una cita anual que se mantiene incluso en contextos económicos adversos. Este retorno no siempre está asociado a celebraciones formales, sino a la presencia física y al cumplimiento de un compromiso familiar no escrito.

Otra costumbre recurrente es la pausa de algún conflicto familiar. En muchos hogares y comunidades, diciembre funciona como un periodo de tregua. Discusiones prolongadas, tensiones familiares o distanciamientos se suspenden temporalmente bajo la idea de “pasar la Navidad en paz”, aun cuando no se resuelvan de fondo. Esta práctica se replica también en entornos laborales, donde se reduce la confrontación directa y se aplazan decisiones sensibles para el inicio del siguiente año.

La reflexión personal es otro componente central de la temporada. Para muchas personas, el cierre del año implica revisar decisiones tomadas, pérdidas, logros y pendientes. Esta tradición no siempre está mediada por rituales religiosos, sino por espacios de introspección individual que se activan con el fin del calendario anual. En ese contexto, se generaliza la costumbre de formular propósitos, balances y ajustes personales, incluso sin que estos se expresen públicamente.

El fortalecimiento de vínculos comunitarios también hace parte de estas prácticas no materiales. En barrios y veredas, diciembre propicia encuentros espontáneos entre vecinos, conversaciones prolongadas y dinámicas de cuidado colectivo, especialmente con niños, adultos mayores o personas solas. Estas interacciones no suelen tener una agenda definida, pero cumplen una función social de acompañamiento y reconocimiento mutuo.

Otra tradición extendida son las llamadas telefónicas, mensajes tardíos o visitas inesperadas se convierten en mecanismos para restablecer contacto con personas que han quedado al margen durante el año. En muchos casos, no se trata de resolver conflictos, sino de reabrir un canal de comunicación que se considera necesario antes de que termine el año.

Finalmente, diciembre marca una reorganización del tiempo. Jornadas laborales reducidas, cambios en horarios y disminución de la actividad institucional generan un ritmo distinto que permite mayor presencia en el ámbito personal. Esta alteración del tiempo cotidiano es, en sí misma, una tradición que se repite cada año y que condiciona la forma en que se vive la Navidad en el país.

Estas prácticas, aunque menos visibles que otras expresiones de la temporada, conforman una base silenciosa sobre la que se sostiene la Navidad en Colombia.

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