“Soy solo una ama de casa” “¿Solo?”, me preguntaba. Para mí, es mucho más que un “solo”.
Mi abuela solía contarme historias sobre su infancia. Desde muy pequeña, le enseñaron todos los quehaceres del hogar. Para ella y sus hermanas, no había alternativa: su rol ya estaba definido. Se esperaba que fueran amas de casa.
A lo largo de la historia, ese rol ha marcado la vida de muchas mujeres. Criar y sostener una familia es un trabajo arduo, que exige fortaleza, tiempo y dedicación, pero que rara vez recibe el reconocimiento que merece. Aunque muchas mujeres han decidido abrazar con orgullo esa labor, también es cierto que muchas otras lo han hecho sin opción, empujadas por un sistema que no les ha permitido elegir.
Con el Día de la Madre acercándose, es oportuno hablar de una realidad que afecta a muchas madres: la dependencia económica. Si bien no todas las mujeres eligen ser madres, muchas que lo hacen se enfrentan a barreras que limitan su autonomía.
La corporación Vamos Mujer define la autonomía económica como “la posibilidad de que las mujeres se adueñen de lo que tienen, puedan disfrutar de sus bienes e ingresos, resignifiquen su trabajo y sus frutos, para con ello cambiar la posición que ocupan en la sociedad, la cultura, la política y la economía”.
Cuando la dependencia económica se impone, las consecuencias son devastadoras. No solo impide a las mujeres tener control sobre sus vidas; también profundiza su pobreza, perpetúa la inequidad, incrementa su vulnerabilidad ante la violencia y la discriminación y las expone a formas de explotación como la sexual.
Aunque se han dado avances, la brecha persiste. Según la ONU Mujeres, en el año 2022 solo el 61,4 % de las mujeres en edad laboral estaban en la fuerza laboral, frente al 90,6 % de los hombres. El Banco Mundial, por su parte, señala que la tasa de participación laboral femenina se ha mantenido prácticamente estancada en las últimas tres décadas, rondando el 52,9 %, mientras que la de los hombres alcanza cerca del 80 %.
Celebrar a las madres también significa reconocer las barreras estructurales que muchas enfrentan para acceder a empleos formales y posiciones de liderazgo. Es entender que muchas han sido objeto de rechazo por la percepción de que están “menos disponibles” o “más comprometidas” con tareas del hogar.
El término feminismo aún genera resistencia en algunas personas, muchas veces por desconocimiento. Sin embargo, si se comprendiera su trasfondo histórico, se entendería que no es una lucha de mujeres contra hombres, sino una búsqueda conjunta por la equidad. Lejos de dividir, el feminismo invita a construir un mundo más justo y con más oportunidades para todas y todos.
Somos el reflejo de quienes lucharon antes que nosotros. Conmemorar a las madres también es reconocer su esfuerzo histórico y seguir su legado, para que las generaciones futuras encuentren un camino más libre, más digno y verdaderamente elegido.
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