En una entrevista concedida al programa Los Informantes de Caracol, el neurocirujano Marco García, quien recibió al precandidato Miguel Uribe pocos minutos después del atentado, relató con detalle los momentos críticos en los que se jugó la vida del político y los esfuerzos médicos que permitieron mantenerlo con vida.
Según relató el especialista, una serie de circunstancias permitieron que Uribe recibiera atención médica de forma casi inmediata. Una ambulancia pasaba por el lugar justo después del ataque, lo que facilitó su traslado de urgencia a la Clínica Medicentro en Fontibón, donde fue recibido por el equipo médico encabezado por García.
En ese centro asistencial, el neurocirujano logró estabilizar al paciente, controlar el sangrado inicial y preservar funciones vitales, a pesar de la gravedad de la herida, que era, en sus palabras, «mortal desde todo punto de vista».
“Llegó con una pérdida severa de la consciencia. Tuvimos que intubarlo de inmediato para garantizar el suministro de oxígeno al cerebro. Además, se realizaron maniobras para controlar el sangrado y se le brindó toda la atención inicial necesaria. El miedo siempre estaba presente”, explicó García.
El médico añadió que Uribe había perdido una cantidad considerable de sangre y tenía dificultades respiratorias.
“Llegó en condiciones muy delicadas, con un sangrado importante. Lo estabilizamos, lo trasladamos a UCI y le colocamos accesos venosos y arteriales para administrar medicamentos que ayudaran a proteger su cerebro y su corazón”, detalló.
Los primeros estudios radiológicos confirmaron la gravedad de la situación: el proyectil no presentaba orificio de salida. La bala había ingresado por la parte posterior del cráneo, fracturando hueso y provocando una hemorragia cerebral profunda.
Una vez estabilizado, la familia tomó la decisión de trasladarlo a la Fundación Santa Fe. Durante el trayecto en ambulancia, el doctor García lo acompañó personalmente, monitoreando en todo momento los signos vitales del paciente y controlando posibles nuevos sangrados.
“Iba vigilando el monitor, asegurándome de que el ventilador funcionara, que no hubiera más sangrado. Íbamos limpiando y corrigiendo lo necesario para entregarlo en las mejores condiciones. Tardamos unos 17 o 20 minutos, pero fueron eternos”, relató.
El neurocirujano destacó también el apoyo emocional brindado al paciente durante el traslado: “Fue vital mantenerlo con vida en esa ambulancia. Su esposa, María Claudia Tarazona, le hablaba constantemente, al igual que yo. No dejábamos que se rindiera”, recordó.
Miguel Uribe sigue luchando por su vida, tras más de 50 días del atentado que lo dejó al borde de la muerte.
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