El regreso de cerca de 110 colombianos deportados de Estados Unidos sigue revelando detalles de las experiencias que vivieron en los centros de detención migratoria, los vuelos de deportación y los retos que ahora enfrentan en su retorno al país.
Entre los testimonios se encuentran los relatos de Alexander, Andrés, Carlos y otros migrantes que compartieron sus historias tras intentar cruzar ilegalmente hacia territorio estadounidense.
Carlos, quien viajó con su hijo menor de edad en una de las rutas irregulares a través de Centroamérica, contó su experiencia a medios de comunicación. Relató que durante su detención en San Diego, ambos fueron sometidos a estrictas medidas de seguridad. “A mi hijo lo esposaron, le pusieron los grilletes desde San Diego hasta el avión Hércules de los Estados Unidos”, aseguró.
Carlos describió las condiciones en algunos de los centros de detención como precarias, señalando que la comida estaba en mal estado y que el trato de los agentes era agresivo. “La comida estaba vencida, el arroz se veía negro. Nos decían que nos calláramos, que no habláramos, que no miráramos ni nos moviéramos. Fue feo”, afirmó.
Sin embargo, reconoció que, a pesar de esas experiencias, algunos aspectos básicos como el aseo, las camas y la alimentación eran adecuados en otros momentos del proceso. Ahora, él y su hijo se dirigen a Barranquilla para retomar sus vidas.
“No es el sueño americano, es la pesadilla americana”
Otros deportados coincidieron en describir los difíciles momentos que enfrentaron tras ser detenidos por las autoridades estadounidenses. En entrevistas con medios como Bluradio, La FM y Caracol Radio, denunciaron condiciones de detención deplorables, comida en mal estado y restricciones severas.
Daniel, uno de los migrantes, expresó su frustración al ser tratado como un criminal durante su traslado: “Veníamos esposados y con cadenas a la cadera, como si fuéramos delincuentes de alta gama. ¿Y cómo es que siendo colombianos no nos dejan aterrizar en Colombia?”.
Una mujer deportada, quien prefirió no revelar su nombre, compartió su experiencia: “No somos delincuentes. Llegué como inmigrante y nunca salí de los albergues. Lo único que buscaba era una oportunidad para mi familia”.
La historia de Alexander, un ingeniero mecatrónico de Medellín, refleja las decisiones difíciles que toman muchos colombianos en busca de mejores oportunidades. Gastó 10.000 dólares para cruzar la frontera, pero fue detenido en Texas y deportado tras 12 días en un centro de detención.
Carlos, quien emprendió el viaje con su hijo, reconoció que rompieron la ley al ingresar de manera irregular a Estados Unidos, pero destacó la dureza de las consecuencias. “Sabíamos que era arriesgado, pero lo intentamos. Ahora toca continuar”, dijo resignado.
A su llegada al aeropuerto El Dorado de Bogotá, los deportados fueron atendidos por diversas entidades, incluyendo la Presidencia de la República, Migración Colombia, el ICBF y la Cruz Roja. Fuentes oficiales confirmaron que los deportados no tenían antecedentes penales y que, entre los pasajeros, había 26 menores de edad.
El presidente Gustavo Petro anunció la coordinación de los vuelos para repatriar a los colombianos tras un acuerdo con el gobierno de Donald Trump. Ahora, muchos de los deportados enfrentan el reto de reconstruir sus vidas tras lo que describen como “una amarga lección”.
Entre las historias de frustración, los deportados expresaron reflexiones sobre las duras realidades de la migración irregular. “No es el sueño americano, es la pesadilla americana”, concluyó uno de ellos, reflejando el sentimiento de quienes vivieron estas travesías y ahora regresan al país con la necesidad de empezar de nuevo.
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