El Museo del Louvre, símbolo global del arte y destino turístico, cerró sus puertas no por motivos bélicos ni de seguridad, sino por una huelga espontánea de su propio personal, que denuncia condiciones de trabajo insostenibles.
Agentes de sala, taquilleros y personal de seguridad se negaron a ocupar sus puestos tras una reunión interna, en protesta por la sobrecarga de visitantes, el déficit crónico de personal y lo que el sindicato CGT-Culture calificó como “condiciones de trabajo inaceptables”. La interrupción de actividades, que tomó por sorpresa a miles de turistas formados bajo la icónica pirámide de vidrio, refleja una crisis más profunda, la del impacto del turismo masivo sobre la operatividad del museo.
El cierre del Louvre es un hecho excepcional. Ha ocurrido en contextos históricos como guerras, la pandemia o huelgas puntuales por problemas de seguridad y sobrecupo en 2013 y 2019. Pero esta vez, el colapso parece estructural. El museo, que recibió 8,7 millones de visitantes en 2023, enfrenta filtraciones de agua, fallas en el control de temperatura y deficiencias básicas para atender al público.
La escena frente a la “Mona Lisa” es uno de los puntos más críticos ya que unas 20.000 personas al día ingresan a la Sala de los Estados para verla, en un ambiente ruidoso y congestionado que deja de lado otras obras maestras.
El gobierno francés, encabezado por el presidente Emmanuel Macron, había anunciado en enero un plan de renovación integral del museo bajo el nombre de “Louvre Nueva Renacimiento”, con una inversión prevista entre 700 y 800 millones de euros. El proyecto contempla una nueva sala exclusiva para la “Mona Lisa” con entrada programada, así como un nuevo acceso cerca del río Sena, previsto para 2031, con el fin de aliviar el flujo de visitantes por la entrada principal.
El plan de renovación contempla financiarse con ingresos por entradas, donaciones privadas, fondos estatales y licencias como la del Louvre Abu Dhabi. Se prevé también un aumento en el precio de las entradas para turistas no europeos. El personal del museo insiste en que las soluciones deben llegar de forma inmediata.
En un memorando filtrado, la presidenta del museo, Laurence des Cars, advirtió que parte de la infraestructura “ya no es hermética” y que las fluctuaciones de temperatura ponen en riesgo las obras. También alertó sobre la falta de baños, zonas de descanso y señalización adecuada, describiendo la experiencia del visitante como “una prueba física”.
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