En un acto oficial que tenía como propósito exaltar la trayectoria del expresidente uruguayo José Mujica, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, generó una fuerte controversia.
Durante la ceremonia, Petro otorgó a Mujica la Orden del Escudo Cruz de Boyacá, la máxima distinción que el país entrega a personas o instituciones que han prestado servicios excepcionales a Colombia. Sin embargo, lo que debía ser un evento de diplomacia y reconocimiento terminó desatando críticas nacionales e internacionales.
El primer punto de cuestionamiento fue la propia pertinencia del galardón. Aunque Mujica es una figura respetada por su legado de austeridad y compromiso social, muchos se preguntan ¿qué “servicios relevantes” ha prestado a Colombia, un criterio fundamental para la entrega de esta distinción?. Sin embargo, el mayor escándalo surgió cuando Petro decidió sustituir la bandera tricolor nacional de Colombia por la del M-19, el grupo guerrillero al que perteneció en su juventud, y ofrecérsela a Mujica como parte del homenaje.
La reacción de Mujica y el cruce de palabras
Lejos de aceptar el gesto, Mujica, visiblemente incómodo, rechazó la bandera del M-19. Según testigos, el expresidente uruguayo habría intentado apresurar el acto mientras devolvía el símbolo guerrillero con evidente disgusto. Este gesto desencadenó un intercambio tenso entre Petro y su asesora Laura Sarabia, quien, según se reporta, habría intentado persuadirlo de no incluir la bandera del M-19 en el acto oficial.
A pesar de ello, el mandatario colombiano insistió, lo que ha sido interpretado por sectores políticos y de la opinión pública como un intento de hacer apología al violento terrorismo del M-19.
¿Romantización del M-19?
Esta no es la primera vez que Gustavo Petro es señalado de reivindicar su pasado como integrante del M-19, un grupo guerrillero que durante las décadas de los 70 y 80 perpetró actos violentos, incluido el recordado asalto al Palacio de Justicia en 1985 con un saldo genocida.
Sin embargo, el uso de la bandera del M-19 en un acto oficial internacional marca un precedente inédito y altamente cuestionable. Para muchos, se trata de un acto que mancilla los símbolos patrios y trivializa el significado de los honores nacionales al mezclar un evento institucional con referencias a un grupo armado que fue responsable de graves hechos de violencia en Colombia.
Reacciones políticas y sociales
Desde diversos sectores políticos, incluidos algunos aliados del presidente, las críticas no se han hecho esperar. Parlamentarios de la oposición han exigido explicaciones inmediatas y solicitado que se abra una investigación sobre el uso indebido de la bandera del M-19 en un acto oficial. Algunos han calificado el gesto como un “insulto a la institucionalidad” y un intento deliberado de “romantizar la violencia terrorista del M-19”.
En redes sociales, la indignación ha sido evidente. Ciudadanos y líderes de opinión han expresado su rechazo, recordando que la bandera colombiana representa la unidad y soberanía del país, y que ningún mandatario, sin importar su trayectoria, tiene derecho a sustituirla por un símbolo de un grupo insurgente.
Consecuencias diplomáticas y éticas
El incidente no solo ha puesto en entredicho la ética y el juicio del presidente Petro, sino que también podría tener implicaciones diplomáticas. Mujica, conocido por su estilo directo, dejó clara su incomodidad y su desaprobación del gesto, lo que podría generar tensiones en las relaciones entre ambos países. Más allá de lo diplomático, el evento ha avivado el debate sobre los límites de la reivindicación histórica y la responsabilidad de los líderes al representar a su nación en el exterior.
El acto en homenaje a Mujica, que debería haber sido un momento de encuentro y respeto, ha quedado opacado por una decisión que muchos consideran una falta grave de respeto a los símbolos patrios y a la solemnidad del cargo presidencial. Mientras crecen las voces que exigen sanciones e investigaciones, este episodio plantea preguntas importantes sobre el papel de los líderes en el manejo de su historia personal y su responsabilidad al representar a una nación ante el mundo.
El presidente Petro enfrenta ahora un nuevo desafío: responder por un acto que no solo ha generado rechazo, sino que también podría marcar un punto de inflexión en la percepción de su mandato, tanto dentro como fuera del país.