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jueves, mayo 16, 2024
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    (OPINIÓN) De la indignación a la acción. Por: María Bibiana Botero Carrera

    Nos debemos un examen profundo a nuestra cultura, una conversación amplia y pública, en las empresas, en las familias, que nos ayude a entender por qué nuestra sociedad es violenta con las mujeres.

    Hubiera preferido no leer los chats entre el capturado, presunto pederasta, Stefan Andrés Correa y una mujer encargada de ser el enlace con una menor de 12 años. Se trataba de una conversación para acordar los términos de un encuentro sexual. Lo detalles, me los ahorro. Como madre de una niña de 14 años y de un niño de 11, esa noche dormí mal.

    Este hombre había visitado Medellín 45 veces en los últimos dos años y a ninguna autoridad le pareció sospechoso. Las víctimas vuelven nuevamente a ser nuestras niñas. Esta noticia, que debía sacudirnos, se diluyó en ese mar de indignación constante en el que vivimos.

    El silencio, “hacerse el loco”, o no hablar del tema no va a solucionar este flagelo. Los feminicidios, la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes –Escnna- y la violencia sexual, nos duele y frustra cada vez que conocemos un nuevo caso. Y, a riesgo de ser impopular, que se esté visibilizando este fenómeno, es una oportunidad para que nos cuestionemos profundamente como sociedad.

    El panorama es aterrador. Según datos publicados por la Policía Nacional, hasta el 31 de marzo se han reportado 3.304 casos de violencia intrafamiliar y 587 de violencias sexuales contra las mujeres. El Observatorio de Asuntos de Mujer y Género de la Secretaría de las Mujeres de Antioquia, reporta 27 presuntos feminicidios, 15,6% menos que en 2023, cuando se presentaron 32 casos. Y lo que es peor, en el Valle de Aburrá, en lo corrido del año, 81 personas han sido capturadas por delitos sexuales contra menores de edad. Estas cifras reflejan un fracaso en lo que debería ser un propósito común: cuidar a las mujeres.

    Los gobiernos distrital y departamental han puesto este tema que nos avergüenza en la agenda pública, aplicando la ley, identificando, persiguiendo y capturando a agresores. Esta lucha, no obstante, debe ir más allá. Nos debemos un examen profundo a nuestra cultura, una conversación amplia y pública, en las empresas, en las familias, que nos ayude a entender por qué nuestra sociedad es violenta con las mujeres.

    La violencia contra nuestras niñas y mujeres, la violencia de género, no puede ser una discusión silenciosa. Tampoco puede quedar solo en las Secretarías de la Mujer, en el caso de lo público, ni en las áreas de Gestión Humana, en la empresa privada. Mucho menos recaer exclusivamente en la voz de las mujeres de las familias. No es un problema de nosotras. Este es un problema de la sociedad y como tal, nos debe convocar a todos.

    Urgen acciones desde los sistemas de atención y protección a las víctimas, educación en igualdad de género desde una edad temprana, basada en el respeto y la equidad; políticas públicas integrales que aborden las causas estructurales de esta violencia; así como sanción social y penal efectivas. Reconocer que queda mucho por hacer es un paso hacia adelante en la lucha contra la violencia de género.

    Necesitamos trabajar más, decididamente y con acciones más allá del discurso, por la autonomía económica de las mujeres y por su liderazgo. Una mujer libre y con agencia representa una transformación social y económica que aún no dimensionamos. La violencia es una barrera para que esta transformación ocurra. Dejar esta conversación en la sombra y ser indiferentes a esta tragedia es condenar a nuestras niñas y mujeres y perpetuar la desigualdad.

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