martes, abril 16, 2024
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Voto en blanco o blanquear el voto

Por Yesenia Bedoya Gallego

Muchas controversias se han suscitado en torno al voto en blanco en segunda vuelta. Es cómico que esto suceda, se supone que la Ley es de conocimiento público, que todos tenemos acceso a ella: ahí está en la Constitución, en algo que impreso se puede conseguir desde diez mil pesos, pero prefieren tomarse tres cervezas a comprarla. Tampoco se les ocurre destinar una de las tantas horas que dedican a las redes sociales en buscarla y lean on line esa Constitución que se supone enseñan en las escuelas y colegios públicos y privados: creo que pedirle al grueso de los colombianos que lea, ya es pedir mucho y peor es que lean la Ley.

Veámosle el lado bueno a la situación: los abogados tenemos más razones para que nos escuchen con atención.

Hablémoslo entonces en castizo: el voto en blanco tiene ese poder de deslegitimar los candidatos solo en primera vuelta.

Reza el artículo 258 de la Carta en su parágrafo 1o.

«Deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una corporación pública, gobernador, alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando los votos en blanco constituyan mayoría absoluta en relación con los votos válidos. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras que en las de corporaciones públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral».    

«Repetirse por una sola vez» …. ¿Y qué quiere decir esto? ¡Fácil! Que la primera vez fue el 29 de mayo, la repetición es el próximo 19 de junio, no hay segunda repetición. No se debe confundir segunda vuelta con segunda repetición.

En la primera ronda el pueblo se manifiesta y si no avala de forma sustancial y contundente con su aprobación a ningún candidato, es decir si ganara el voto en blanco, es porque se deben presentar nuevos candidatos porque le pueblo no aceptó a quienes se postularon.

Pero si el voto en blanco no es suficiente, quiere decir, indica, expresa, que las mayorías están como mínimo conformes con dos de los candidatos que se presentaron a la contienda y en consecuencia al obtener las dos mayores votaciones es con ellos con quienes debe «repetirse por una sola vez» la votación.

No se debe perder de vista que el principio fundamental sobre el que se cimientan las democracias es justamente el sentir y la voluntad del pueblo representada en sus mayorías, no en la totalidad.

Para concretar y aterrizar el tema en la actualidad colombiana, pongámoslo en términos de los abuelos: en segunda vuelta el voto en blanco no tiene gracia.

En segunda vuelta, el voto en blanco no cumple esa función catalizadora y de filtro.

Ahora nos preguntamos: ¿entonces por qué está en el tarjetón electoral en la segunda vuelta? Lo primero es aclarar que una cosa es la vista de esto desde la Ley electoral y el derecho y otra distinta desde la política y la democracia.

Respecto a la Ley: es un derecho, aun cuando no tenga el efecto de la primera vuelta, manifestarse en inconformidad respecto de los participantes. Es un derecho que se materializa de forma exclusivamente fáctica, y lo es tanto como el derecho que tiene el ciudadano de abstenerse de salir a votar.

Somo un país tan demócrata que hasta se respeta el derecho y la decisión ciudadana de no participar en las contiendas electorales.

En política: el baile es a otro ritmo: i) No votar es bajar el umbral, ii) Votar en blanco es mantener el umbral, pero entregar mayor probabilidad y posibilidad a algún candidato.

En el caso puntual colombiano, quienes voten en blanco estarán ayudando a disminuir la distancia en favor de Petro y aportando a que este se acerque a obtener una mayoría.

Digámoslo con un ejemplo básico, cuentas electorales para Dummies:  Si los números fueran así:

Votos totales: 100

Votos para Petro: 20

Votos para Rodolfo: 10

Votos en blanco: 70

¡Petro presidente!

¿Ahora ven lo absurdo de ver esto desde la política?

Muchas situaciones y circunstancias en la vida nos ponen en la encrucijada o en el dilema de escoger entre todo, lo menos peor, el menor de los males. Es a eso a lo que justamente como nación nos enfrentamos hoy.

Sigo firme en mi postura de no escoger, o no votar «en contra» o con un sentimiento «anti», prefiero escoger el menos dañino, el más analgésico. De alguna manera, creo en la fuerza de las palabras y que poner las cosas en términos negativos influye para que el resultado siga saliendo no muy bueno.

En ese orden de ideas, el próximo 19 de junio voy a blanquear mi voto; no botaré mi voto marcándolo en blanco y aumentando las probabilidades de que el señor de las bolsas, ese desastroso e indigno personaje llegue a la Presidencia de mi país: el próximo 19 de junio votaré por lo que no parece tan desastroso y con lo que guardamos la esperanza de conservar la democracia, la institucionalidad, con quien se pueda pensar en seguir trabajando para construir sobre lo construido y mejorar en muchos campos. 

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