jueves, marzo 28, 2024
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Una vez más, el pueblo llano es superior a sus dirigentes

Por: Carlos Andrés Echavarría Blandón.

El pasado 29 de mayo se celebró en Colombia la primera vuelta de las elecciones presidenciales que dejaron grandes sorpresas entre los ciudadanos, debido que ocurrió en hecho que muy pocos analistas previeron, que fue la derrota del candidato que se asoció con el continuismo y la derrota aplastante del candidato que todos los medios colocaban como el seguro próximo presidente de Colombia.

Una vez más, los medios de comunicación mediante sus encuestas y sondeos de opinión, intentaron dirigir a la opinión pública en favor de un candidato afín a su línea editorial, creando un ambiente enrarecido que se percibió con el alto nivel de tensión con el que se vivió la jornada electoral.

Personalmente no considero que un medio de comunicación no pueda tener una tendencia política, al fin y al cabo, los que dirigen los medios al igual que sus propietarios, son personas que tienen que velar por lo que ellos consideran su bien particular, pero, cuando se autodenominan “independientes”, que no tienen sesgo político y que solo presentan de manera objetiva la situación del país, están engañando a los ciudadanos que los observan y que creen en su independencia. Es allí en donde cada vez más los medios tradicionales pierden credibilidad ante la opinión pública.

Si a los comicios le sumamos el alto grado de desconfianza que producía el Registrador Alexander Vega debido al desastre que fueron las elecciones legislativas realizadas hace menos de dos meses, en donde “de la nada” aparecieron 1.5 millones de votos, lo que equivale más de un 7% del total de los sufragios, se sobrentendía que la duda ante la limpieza y claridad del accionar de la Registraduría fuera mayúscula, y eso, sin sumar que las votaciones no contarían con una auditoria internacional debido a que no se contrató el servicio a tiempo. En cualquier país civilizado, el Registrador, solo por ética ya debería haber renunciado, o si el funcionario no tiene la altura moral para asumir su desastre, el presidente de la república, quien es el guardián primario de la protección de la democracia, debió actuar para retirar al Registrador antes de las más importantes elecciones que tiene el país, en donde está en juego el primer cargo público y el modelo de sociedad que regirá el destino de más de 50 millones de colombianos durante los próximos cuatro años. Aquí ambos demostraron ser unos enanos morales.

Para todos medios de comunicación y líderes de opinión, no era probable que un candidato sacará más del 50% de los votos y se proclamara presidente en primera vuelta. Lo más seguro era una confrontación en segunda instancia entre el candidato de izquierda radical Gustavo Petro y candidato del continuismo Federico Gutiérrez. Pero los fanáticos del candidato de la Colombia Humana llegaron a manifestar que si no ganaba su candidato en primera vuelta, era debido a un descomunal fraude producido desde las más altas esferas del gobierno Duque, lo que aumentó la tensión de todos los participantes gracias a los grupos delincuenciales que estaban abiertamente haciéndole campaña a ese candidato.

Pese a todas esas circunstancias, las personas masivamente se volcaron a las urnas debido a que entendieron que se estaba disputando el futuro propio y el de sus hijos. Por primera vez, se veía una posibilidad real de que un candidato socialista de pura sangre fuera el triunfador y de esa manera, llegar a tomarse el poder mediante el voto popular la doctrina que ha asesinado a más de 150 millones de personas en poco más de un siglo.

Apareció la sabiduría de los invisibles, las personas que no hacen escándalo en las redes, que no salen a los medios de comunicación, que no se toman las calles, que no bloquen el tránsito. Personas que simplemente trabajan de sol a sol para ganarse el pan con el cual alimentar a sus hijos. Esas personas, no se dejaron influenciar por los medios de comunicación, no se dejaron amedrentar por los delincuentes organizados, no se dejaron chantajear por los violentos en las ciudades y no se dejaron engañar por las falsas promesas de los mesías que prometen todo sin esfuerzo. Comprendieron que eso de “vivir sabroso” es el más cruel engaño. La única manera de salir adelante, es mediante el Capitalismo, Ahorro y Trabajo Duro, y la persona del común entiende que no se puede disfrutar de un beneficio, si alguien no lo produjo; que no se puede tener un subsidio, si a alguien no se le quitó ese dinero; que no se puede tener una parcela, si a alguien no se le fue expropiada. Todo eso los llevó al análisis más importante, pero no elemental, ¿de dónde van a salir los recursos? Y es allí en donde el candidato de la izquierda extrema, el comunista de raza, el socialista puro y duro de Gustavo Petro, no tenía explicación alguna.

Por otro lado, las personas del común vieron como fueron traicionados por el socialdemócrata que hoy rige como presidente. Las personas no vieron una mejora en su calidad de vida y aunque hubo circunstancias por fuera de su alcance que entorpecieron su plan de gobierno, fue claro que el manejo que les dio fue desastroso. Las personas solo escucharon durante 4 años, números mágicos desde la oficina de prensa de ejecutivo, pero que no se veían reflejados en su vida diaria. La inflación acababa con los ahorros, la informalidad cada vez más alta, el desempleo in crescendo, los impuestos impagables y el gasto público desbordado, la corrupción en máximos históricos, aquí ya cualquier obra se mide en billones de pesos y siempre adjudicadas a los amiguetes del gobernante de turno. Iván Duque demostró el lado más oscuro del socialdemócrata, potenciar el modelo del Estado Mercantilista en favor de unas pocas élites.

El candidato Federico Gutiérrez quedo sentenciado, no comprendió el clamor del ciudadano común, no tuvo la audacia para leer la situación del país, el descontento generalizado y las ganas de un cambio. A Gutiérrez le pudieron las ansias de ser presidente y creyó que el camino más fácil era aceptando el apoyo de todos los partidos políticos del país, aceptó la adhesión de las principales castas y sobretodo de alió con el partido político que llevó a Duque al poder. La izquierda, que en destruir es bastante efectiva, atacó esa debilidad y presentó a “Fico” como el continuismo, como el candidato de Uribe y como el candidato del establecimiento. No se equivocaba, debido a que Gutiérrez claramente representaba todo eso y las personas clamaban por un cambio, una renovación de la clase dirigente y lo que más deseaban era una esperanza.

Entonces, apareció un populista outsider, un candidato que a pesar de ser un ciudadano mayor, era muy fresco para todos. Una persona que no le dio miedo romper los modos y las etiquetas, un candidato que no le dio miedo decir ante los micrófonos cuando se equivocaba “pido disculpas, la cagué”; un candidato que demostró que puede ir en contra de una clase corrupta haciendo alusión cuando fue alcalde de Bucaramanga e incluso llegó a alzar la mano en contra de un concejal que le hizo todo un show en su oficina. Las personas encontraron el Rodolfo Hernández a un tipo con carácter, a una persona que no se rodeó de la clase dirigente actual y eso le hacía falta a la política colombiana desde el año 2010.

Y llegó el momento cumbre, una encuesta realizada un par de semanas antes de la primera vuelta electoral realizada por el diario El Tiempo, donde en una posible segunda vuelta, el único candidato que derrotaba a Petro y toda la horda comunista que lo acompañaba, era el “viejito” y puso a millones de colombianos, que no lo conocían hasta hace un par de meses, a mirar que era la única opción para que sus vidas no fueran miserables como la de los amigos venezolanos que están en todos los semáforos del país pidiendo limosna porque votaron hace 24 años por un pupilo de Petro.

A esos 6 millones de colombianos que votaron por Rodolfo Hernández, en su gran mayoría no tenían conocimiento del plan de gobierno del ingeniero, no conocían que muchas de sus propuestas son similares a las de Petro, no les importaba que no tuviera bancada en el legislativo, no les importaba que fuera de izquierda moderada, no les importa nada, solo les interesaba que no fuera Petro presidente, ya que con toda seguridad en 4 años, sea un buen o mal gobierno el de Rodolfo, habrá elecciones y entregará el poder el 7 de agosto de 2026, conservando la democracia.

La sabiduría popular quiere un cambio, pero no un salto al vacío y con Petro ocurre lo del refrán popular, “de eso tan bueno, no dan tanto”, así que la decisión es simple, un candidato que representa el cambio dentro de la democracia o un candidato que lleva consigo lo peor del establecimiento a cuestas basado en la doctrina del odio y la muerte.

Gustavo Petro ganó la batalla de la primera vuelta presidencial, pero la guerra la puede perder en manos de un casi octogenario, siempre y cuando no sean solo los 6 millones de personas que votaron por Rodolfo en primera vuelta, sino, que tengan el mismo propósito de conservar la democracia los votantes por Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo, Milton Rodríguez y Enrique Gómez.

La segunda vuelta presidencial está diseñara para elegir al mejor de los dos candidatos, puede que ninguno de ellos sea afín a las preferencias políticas e ideológicas de muchos de los votantes, pero, la responsabilidad para con la patria es mayúscula, no se puede perder un país por desidia, pereza o desanimo.

Hoy la amenaza está más viva que nunca, el socialismo del Siglo XXI, el mismo que destruyó los países más ricos de suramérica, Venezuela y Argentina; el mismo que está demoliendo al único país desarrollado de la región, Chile; el mismo que frenó en seco el desarrollo de Perú y Bolivia, quiere reencaucharse tomando a una nueva víctima, Colombia.

¿Será que la sabiduría popular frenará al globalismo que está en su contra?

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