No puede ser más patética la situación de Álex Flórez, el bachiller que funge como senador y gran amigo del alcalde. Ahora Daniel Quintero, en un gesto de «solidaridad» de cuerpo, salió a regañarlo, pero pasito, para que no le duela.
En un tuit, Daniel Quintero manifestó que el comportamiento de su amigo Álex Flórez era decepcionante. Incluso, como el prefecto de disciplina de un colegio de niños díscolos, aseguró que tal situación «no debe volver a ocurrir».
Hasta ahí el «fuerte» llamado de atención, porque a renglón seguido aseguró que cree en Flórez y en su futuro, como dándole una palmadita en la espalda para que no lo vuelva a hacer, porque es un muchacho con un «gran porvenir». Eso es, ni más ni menos, lo que llaman en la calle «psicología barata», esa que busca estimular al joven descarriado, para que vuelva al redil, porque lo que tiene es futuro, aunque eso sí, con los comportamientos demostrados, parece más cercano a una cárcel o al cementerio, que a un cargo que implique responsabilidad y renombre.
Luego, Daniel Quintero, el amigote de Flórez, destacó la inexistente lucha contra la corrupción por parte del bachiller, aunque no existen registros de debates sobre el particular, ni hay una sola prueba sobre denuncias que haya interpuesto, por ejemplo, contra las tropelías cometidas por la administración de Quintero Calle. ¿Será que el «combate contra la corrupción» incluye un velo para no ver lo que hacen los amigos?
De igual forma, el alcalde reconoció el «valor» del bachiller que funge como senador, para denunciar los falsos positivos, esos de los que todavía no se conoce ni el nombre, ni el documento de identidad y que es, hasta el momento, una leyenda con tintes propagandísticos y nada más. Quintero Calle debería recordar que, para repetir arengas, como una lora mojada, no se requiere valor: basta con carecer de vergüenza para gritar lo que otros dicen, sin mucho fundamento, para tratar de obtener réditos políticos.
Al final, pareciera que Quintero Calle alcanzó a mirarse en un espejo y señaló: «todos debemos ser ejemplo», como si él tuviera alguna autoridad moral para ubicarse como modelo para la gente decente, trabajadora y optimista que dista mucho del fracasado oportunista que logró obtener la Alcaldía de Medellín.
