jueves, abril 18, 2024
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Sobre Luis Alfredo Ramos

Por Samuel Arango

La decencia no se finge.

Luis Alfredo Ramos era el alcalde de Medellín. Yo trabajaba como editor gráfico de El Colombiano. Nos conocíamos por eso, porque los gobernantes y los periodistas saben quién es quién. Un día, recojo el periódico muy temprano debajo de la puerta de mi casa y encuentro en la primera página una foto en la que aparecían tres personajes de la política que habían sido condecorados por la Policía Nacional. De sus cuellos colgaban las medallas. Pero lo curioso del caso es que en el texto que acompañaba la fotografía aparecían los nombres de todos los personajes menos el de Luis Alfredo, que se veía claro y era el alcalde.

Preocupado y molesto, inmediatamente llamé al periodista responsable del texto y éste me explicó que era que el alcalde había recibido la distinción días antes y no en el momento de la toma fotográfica. Ese mismo día me encontré con el doctor Luis Alfredo y le ofrecí mis disculpas a nombre del periódico y le prometí que enmendaríamos el error, cosa que hicimos. Pero lo que me mostró quién era Luis Alfredo Ramos fue su respuesta: no te preocupes, los conozco muy bien a todos y estoy seguro de que se trató de un error, nunca dudaré de ustedes.

Después trabajé con él en su primera campaña al Senado en la que sacó la más alta votación del país. Seis meses fue mi jefe y de él recibí respeto, confianza, deferencia, dedicación. Puedo dar testimonio de que encontré en él a un ser humano íntegro y sobre todo con una clara y decidida vocación de servicio a la comunidad. Un señor, un caballero, eso es él y por eso escribo.

No le debo nada, me pagó mi trabajo profesional, no me debe. Nos une el convencimiento de que el respeto, la dignidad, los sueños y las realidades son normas elementales y primarias de vida. Algunas veces me pidió, en la campaña, que le escribiera borradores de discursos o mensajes. El los leía, les agregaba o quitaba, pero siempre coincidimos en lo fundamental.

No le vi nunca, y no le veré, malos tratos, componendas, reuniones oscuras. Controlaba estrictamente los dineros que entraban a la campaña, sabía de dónde venían y a dónde iban.

Atendía con cariño a todo el mundo, sin distinciones. Estuve en Buenaventura, con pescadores y recibieron el mismo trato cariñoso que recibieron los expresidentes o ministros que le vi saludar.

Por eso, los ataques que ahora recibe no los creo. Es imposible que me haya engañado. Los valores puede que se finjan un rato, pero no siempre. La gente de mala calaña pela el cobre, decía el abuelo, y él no tiene cobre.

Sí me da lástima verlo preso indefinidamente por motivos políticos, con testigos falsos comprobados. Lo visité en prisión y seguía siendo el que es, un señor. Luis Alfredo Ramos no necesita defensores, su vida lo defiende, pero da rabia la injusticia del trato que ha recibido y por ello protesto.

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