Había una vez una ciudad, en el corazón de un país del tercer mundo, que disfrutaba de la excelencia en los servicios públicos. Eran tiempos en que resultaba extraño, y hasta fortuito, el corte del servicio de energía y las pocas veces en que faltaba el agua, rápidamente se disponía de los mecanismos para atender las necesidades de la gente.
Por desgracia, con Quintero Calle en la Alcaldía, lo anterior se convirtió en un mito difícil de creer y muy difícil de comprobar. Ahora los cortes de servicios son frecuentes, las interrupciones del agua afectan a millones y ni hablar del alumbrado público, que es otro de los tantos talones de Aquiles del actual desgobierno.

Las falencias no solo se dan en los servicios públicos, indispensables para el bienestar de la ciudadanía. Lo que está pasando con el Metro, es algo que viene preocupando a todos los medellinenses. Como nunca en los casi 30 años de servicio, en un solo día se presentaron tres fallas en el sistema, aunque los daños en el Metro se están convirtiendo en parte de la cotidianidad de Medellín.
Los ciudadanos tratan de encontrar una explicación a semejante desmejora. Algunos, incluso, señalan el ambiente laboral dentro del Metro, como una posible causa de los problemas que se vienen presentando en el sistema. Sin embargo, frente a estos cuestionamientos, hay un silencio cómplice y negligente, como si se quisiera ocultar la realidad de la crisis por la que atraviesa también el transporte masivo en Medellín.
Ante los requerimientos ciudadanos, los otrora buenos comunicadores, han optado por el desesperante silencio, pues es poco lo que pueden decir ante los hechos avasallantes que se vienen presentando en el Metro de Medellín.
La negligencia, el descuido, la improvisación y el manejo burocrático (clientelista y politiquero) de los menos aptos para la administración de la ciudad, además de cobrar vidas, también afecta la calidad de vida de millones de medellinenses, quienes terminaron sin agua, durante todo un fin de semana, por cuenta de una inspección que ha despertado sospechas y suspicacias. Para completar, a los pocos días, otro millón de ciudadanos terminaron sin el servicio de agua en el norte de la ciudad.
Las promesas de la Medellín Futuro son solo cantos de sirena. Por lo menos, el futuro del que hablaron quienes desgobiernan a la ciudad, se convirtió en una sin salida tortuosa. Así lo perciben los ciudadanos que, indignados, claman por regresar al pasado en el que se vivía mejor que en la actualidad.
¡Y claro! También hay sarcasmo como expresión del descontento ciudadano, pues la ciudad que se supone, es el valle del Software, ahora no tiene ni siquiera agua para prestar un servicio aceptable para la ciudadanía.

Mañana viernes 12 de agosto, Los males de Medellín, parte 8: indigencia y espacio público.